Hoy comía con mi querida amiga Elena German, una prestigiosa abogada especializada en el Derecho Inmobiliario y comentábamos lo mal que está la gente.
Se ve en el ambiente que muchas personas viven enfadadas con la vida, con el mundo, con las personas que les rodean y con ellos mismos por encima de todo.
Y es curioso que esas personas se dedican a querellarse con todo el mundo.
Enseguida encuentran una solución a sus problemas, enfadándose, denunciando o querellándose con el primero que pasa.
Y es que, querido amigo lector, cuando alguien tiene tiempo libre, emplea su mente en hacer el mal, más que el bien.
En cambio, cuando una persona trabaja en lo que le gusta y disfruta cada día de su trabajo, no tiene tiempo para estupideces y mucho menos para querellarse con diestro y siniestro.
No es lo mismo denunciar una acción que andar querellándose con todo el mundo.
Una querella es un derecho que tiene toda persona, en caso de que se considere ofendido por un delito, es decir, debe ser parte interviniente es esa situación.
Pero el problema es que cada vez tenemos la piel más fina y nos sentimos heridos por cualquier cosa, lo que dificulta enormemente las relaciones personales.
Oigo cada día en mi despacho de Cábala, clientes que se sienten muy ofendidos por cosas que no tienen la menor importancia, pero que ellos hacen un problema de lo que no debería de serlo.
¡Y es que los seres humanos, complicamos tanto la vida!
Vivir debería ser mucho más simple de lo que lo hacemos, de hecho, Dios nos creó para ser felices, no desgraciados y esa ofensa continua, solo nos hace desvanecer ante las vicisitudes de la vida.
Estamos creando una sociedad de pichiglas, blandita, que hace que nos ofendamos fácilmente por cualquier comentario que nos parece fuera de lugar.
Cuando aprendemos que, la vida es mucho más sencilla de lo que nosotros lo hacemos y que muchas de esas cosas que hoy nos preocupan y ofenden, mañana las habremos olvidado, el mundo en el que vivimos cambiará.
Familias que no se hablan por dinero, o por ofensas inventadas de lo que creías que pensaba y no era así, por celos o miedos y odios infundados.
Amigos de toda la vida, que se ofenden por una palabra mal dicha en un momento dado.
Por no hablar de la debilidad de las vidas maritales que se rompen por estupideces como dejar la toalla encima de la cama húmeda, o una mirada a otra persona fuera de contexto.
¿Cómo hemos llegado a consentir una sociedad tan débil? Mi querida abuela que, que se crio entre guerra y guerra, diría que el problema radica en el aburrimiento y el tiempo libre que tenemos y no se equivocaría mucho.
Cuando alguien piensa que tú piensas, que él piensa, es porque tiene mucho tiempo libre para pensar y eso siempre es malo.
Y, querido amigo lector, el secreto está en dejar de pensar en el pasado, ni el futuro y centrarse solo en hacer lo que estás haciendo en este instante, no interpretar lo que los demás están diciendo, sino que escuchar lo que dicen con oídos de oír y en conectarse con nuestra alma.
Te invito a que practiques cada día, la escucha activa para comenzar a sentirte en presente y así dejarás de crear y ver conflictos donde no los hay.
La vida continuamente nos va a ofrecer retos que superar y momentos en los que dudaremos de todo, incluso de nosotros mismos, pero solo depende de nosotros como los queramos gestionar.
¡Dedícate a trabajar en ti mismo, en ser cada día tu mejor versión y verás que dejas de querellarte con el mundo entero!