“¡Adiós mundo cruel!”

Pablo Manuel Iglesias Turrión ha pasado de intentar asaltar los cielos a irse por el desagüe de la historia como Pablo Iglesias en un tiempo récord. Empezó provocando escraches en la universidad y ha terminado riñendo a los madrileños por no haberle votado

Ha demostrado una enorme inmadurez a lo largo de todo el tiempo que ha estado en la primera línea política y se va sin entender que en política no es lo mismo predicar que dar trigo. Lo que le va bien es el grito, la pataleta, el sentirse el ombligo del mundo, pero en cuanto hay que dar el callo, en cuanto hay que arremangarse y trabajar la cosa cambia y se aburre. Es bueno acordarse que Iglesias provocó en 2019 una repetición electoral sólo para ser Vicepresidente. Lo que le dio a VOX, a sabiendas, la oportunidad de ser la tercera fuerza política en España.

Ha sido diana fácil de los periodistas y sucedáneos más fachas, de los más indecentes, de los más sinvergüenzas, de los más sectarios, de los más miserables, en un mundo de grandes egos solo comparables a los de algunos políticos a los que, en el fondo y en la forma envidian y aborrecen en cantidades iguales, destacando un par
de periodistas hembras por su obsesión de tipo erótico enfermiza para con el personaje, aunque a fuer de sincero es de ley reconocer que a Iglesias parecía gustarle el reto hasta que se cansó, como de tantas cosas en su vida.

Angel Gabilondo, un candidato personalmente muy bien valorado, muy conocido, muy transversal (o eso dicen), pero muy muy aburrido y soso, más aburrido que un acuario de almejas, que ha perdido más de la mitad de votos del PSOE en Madrid. Ha quedado claro que ninguna de estas condiciones, ser valorado, conocido, transversal son suficientes si no van acompañadas de trabajo, de tener un objetivo claro, si no va acompañado de un discurso directo sin vaivenes que descolocan al elector, que ir por la calle en plena campaña electoral con cara de aburrido, patético no gana elecciones, y que intentar presentarse como una copia, una mala copia, del Profesor Tierno Galván político irrepetible, es un suicidio político.

La expresión cinturón rojo se utiliza para designar en la Comunidad de Madrid, desde la vuelta a la democracia, al conjunto de las ciudades situadas en la zona sur del área metropolitana de la ciudad de Madrid, que se caracterizan por su alta población de trabajadores, clase obrera, inmigrantes y pobres y por su larga trayectoria de alcaldías del PSOE u otros partidos y coaliciones de izquierda como el P.C.E., I.U. y U.P. y que representa un total del 21% de la población residente en la Comunidad de Madrid. Pues bien, la derecha de la mano de Ayuso ha ganado en 176 de sus 179 municipios, todo un descalabro para la izquierda, lo de cinturón rojo queda para la historia.

Los mensajes de Ayuso, la que ha acabado con padres y abuelos a mansalva en las residencias de ancianos, ha calado en el Madrid de los pobres, de los trabajadores, de los obreros y en de los ricos, de los potentados. Votadme y a cambio tendréis la posibilidad de tomaros unas cañas y de no encontraros con vuestra ex, mensajes de lo más ridículos, sinsustancias, frívolos, superficiales, triviales, vanos, insustanciales, pueriles, necios pero que han dado en toda la diana de los electores, ¡vamos, que han acertado de lleno! ¡Por algo será que han acertado de lleno!

En estas elecciones, por primera vez los del Partido Popular han dicho la verdad descarnada. La presidenta de Nuevas Generaciones del PP, Bea Fanjul, en un mitin dijo: ”¿Saben eso que dicen: más vale lo malo conocido? Pues eso es Ayuso”, aunque lo del alcalde de Madrid y portavoz nacional del PP José Luis Martínez-Almeida fue aun mejor: “Porque seremos fascistas, pero sabemos gobernar”.

Les ha salido bien, muy bien la jugada de ser sinceros por lo que, como el Partido Popular se dedique a partir de ahora a explicar donde están los 122.038 millones de € que ha costado a los españoles la corrupción de su partido, y donde está la caja negra con la pasta, van a ganar todas las elecciones habidas y por haber hasta el siglo XXII.