La recuperación por las tropas ucranianas de gran parte del territorio al norte de Kiev hasta la frontera bielorrusa ha tenido como consecuencia la revelación de la brutal actuación del ejército ruso, que ha dejado tras de sí un panorama desgarrador no solo de destrucción de edificios, infraestructuras, bienes y enseres, lo que ya era conocido y esperado, sino de asesinatos en masa de la población civil.
Las imágenes que hemos visto estos días de cuerpos de civiles muertos con las manos atadas a la espalda, así como las de coches ametrallados cuando intentaban salir con banderas blancas de ciudades como Bucha o Irpin, o las de fosas comunes, testificadas sobre el terreno por periodistas de varios países, son indicativas del nivel de atrocidad al que ha llegado la actuación de los militares rusos.
Ya habíamos escuchado testimonios de refugiados ucranianos llegados a Lviv o a Polonia, que hablaban de coches de civiles en fuga tiroteados deliberadamente por las tropas rusas, o de personas no militares blanco de los francotiradores invasores, pero no podíamos saber si se trataba de hechos aislados o de una táctica deliberada. Ahora ya sabemos que la invasión rusa no se priva de cometer cualquier monstruosidad imaginable.
Pero no deberíamos sorprendernos. La actuación de las fuerzas armadas rusas en las dos guerras de Chechenia y en la de Siria, por citar las dos intervenciones bélicas más recientes de Rusia, ya fue absolutamente salvaje, no solo con total indiferencia hacia el sufrimiento y las muertes de la población civil, sino, aun peor, utilizando deliberadamente el ataque contra las personas no combatientes como elemento de terror y desmoralización, a fin de conseguir la huida o la rendición de los adversarios. Y en esta propia guerra ya ha causado la muerte deliberada de cientos de civiles, incluyendo niños, en los ataques a un hospital y un teatro en Mariúpol, que estaba perfectamente señalizado con la palabra “niños” en letras gigantes.
El asesinato masivo de civiles por parte de un ejército en retirada se puede deber a diversos factores, aparte de la táctica militar deliberada de aterrorización de la población y tierra quemada para no dejar nada utilizable al enemigo. También puede entrar en juego el factor de rabia y venganza por no haber conseguido el objetivo de la ocupación y entender que la retirada es una humillación, pero además está el factor de la propaganda de los propios dirigentes que deshumaniza a las personas y, por tanto, liquidarlos no es percibido como un hecho execrable.
Es la justificación que construyeron los nazis para el genocidio de los judíos, a los que adjudicaron la cualidad de “subhumanos” (Untermenschen). Al no ser plenamente humanos, su exterminio no se podía considerar un asesinato masivo, sino un acto de limpieza. Algo parecido han llevado a cabo Putin y su camarilla, que han insistido ante sus ciudadanos, incluidos los militares, en que los ucranianos no rusófilos son nazis, drogadictos y degenerados, deshumanizándolos y dando una excusa a sus tropas para cometer las atrocidades que están cometiendo.
Tampoco es ajeno a todo ello el hecho conocido de la histórica costumbre de maltrato en el ejército ruso, ya fuera en la época del imperio ruso, en la soviética o en el momento actual. Las vejaciones de los generales y oficiales hacia la tropa, de los veteranos hacia los novatos, y de los soldados profesionales hacia los reclutas de leva son omnipresentes y constantes, y contribuyen, y han contribuido históricamente, a un profundo resentimiento en los soldados que les puede llevar a liberar descontroladamente la rabia acumulada. Los historiadores saben bien que intentar evitar por todos los medios posibles tener que ingresar en el ejército, ha sido una constante del pueblo ruso en los últimos siglos.
La actuación de las tropas rusas sobre el terreno y la de sus dirigentes en la esfera diplomática y de propaganda se parece cada vez más a la de la Alemania nazi. Invaden un país soberano con excusas inverosímiles, acusan a la población ucraniana y su gobierno de nazis y genocidas contra los ucranianos rusófonos, deshumanizándolos, utilizan tácticas de guerra criminales y genocidas, y mienten descaradamente sobre sus crímenes, adjundicándolos a sus adversarios. Seguro que también hay propaganda por parte ucraniana, pero no se puede olvidar que son los agredidos y actúan en legítima defensa.
Y es muy preocupante la actitud de algunos intelectuales, periodistas, opinadores y tertulianos occidentales, que están adoptando una actitud de equidistancia y, lo que es peor, están equiparando en infamia la actuación de los gobiernos ruso de Putin y ucraniano de Zelensky. La base de su argumentación es que el ejército ucraniano ha cometido en los últimos ocho años crímenes en el Dombás similares a los que ahora comete el ejército ruso en el resto de Ucrania.
Pero es una base absolutamente falsa y tramposa. Olvidan que el conflicto del Dombás lo iniciaron milicianos prorrusos que se alzaron en armas contra el gobierno ucraniano, ayudados y pertrechados por Rusia por la vía indirecta de determinados grupos paramilitares afines al Kremlin, incluso con la presencia de soldados rusos, y que ello generó un enfrentamiento armado con el ejército ucraniano que dura ya ocho años. Durante este tiempo, sobre todo al principio, es cierto que ambos bandos cometieron actos criminales; pero ambos bandos, no solo el bando ucraniano.
Ignoran también que Zelensky no era un político profesional ni había intervenido nunca en política antes de las elecciones que ganó en 2019 y que, por tanto, no tiene absolutamente ninguna responsabilidad de lo ocurrido con anterioridad a su llegada a la presidencia y que precisamente desde entonces el nivel de actividad bélica contra población civil en el Dombás ha sido muy escaso.
Es, por tanto, injusto y tramposo equiparar a Zelensky con Putin, a la víctima con el verdugo, y es infame la equidistancia intelectual cuando Putin y su ejército están sumando al horror de la guerra el terror del genocidio de la población ucraniana.
… un cocinero hace comidas, un cartero reparte el correo, una profesora enseña y una piloto hacer surcar el cielo a una aeronave… y los militares son adiestrados para matar gente, lo que en sociedad debería ser muy mal visto, pues su trabajo es quitar la vida, torturar para obtener información y engañar a los observadores internacionales para que se vele por la convención de Ginebra… es su trabajo… a un asesino se le recrimina, mientras que los militares pretenden reconocimiento, y además está mal visto criticarlos, se habla a la juventud de alta moral, valores, medallas al honor y bonitas casacas de colorines y paso marcial al son de una marcha militar muy chuli… dejemos de engañar al personal, los ejércitos están para el trabajo SUCIO, y no lo hacen sólo los extranjeros, los propios también… las tropas que dicen que no envió Aznar a Irak, que sí lo hizo, dispararon contra manifestantes, matando a unos cuantos… y también ayudaron a los yankees a torturar a presuntos insurgentes… los libros de historia están llenos, NO de páginas gloriosas, sino de infames hechos luctuosos que forman parte de nuestra historia negra… los militares… parece mentira que aún hoy haya quienes se sorprendan de estas cosas…