Algunas voces advertían de que el sector del calzado de Menorca está en una disyuntiva. Si no se consiguen mejores resultados, la merma en el número de empresas podría continuar hasta hacer desaparecer a la mayoría de marcas y empresas auxiliares del sector.
El sector del calzado en Menorca, conocido por la calidad y tradición de su fabricación, enfrenta un dilema importante: los elevados costes laborales y de producción amenazan la competitividad de muchas empresas locales. Mientras que el calzado artesanal o semi-artesanal aún conserva su valor gracias a la etiqueta identificativa que refuerza su origen y calidad, la fabricación a mayor escala debe recurrir a soluciones más sofisticadas para poder sobrevivir en el mercado global.
La principal cuestión que muchas empresas menorquinas deben resolver es cómo mantener la competitividad sin perder calidad. Los gastos generales de fabricación, que incluyen costos indirectos como suministros, servicios públicos, depreciación de maquinaria y salarios de personal no productivo, pesan cada vez más en los balances financieros. Aunque estos gastos no pueden atribuirse directamente a la producción, son esenciales para el funcionamiento de cualquier fábrica. Sumados a los costes directos de mano de obra y materias primas, constituyen una parte considerable de los costos de fabricación.
Ante este panorama, muchas empresas han comenzado a explorar alternativas para abaratar los costos sin comprometer el valor que ofrece el calzado menorquín. La mecanización de los procesos es una de las soluciones más habituales para reducir la dependencia de la mano de obra directa. Al automatizar ciertos pasos del proceso productivo, se busca reducir los costos asociados al personal, mejorar la eficiencia y aumentar la capacidad de producción. Este es un camino que muchas compañías han tomado, pero no siempre es suficiente para contrarrestar los altos costes laborales locales.
Otra opción que ha ganado terreno en los últimos años es la deslocalización de la producción. Trasladar parte de los procesos a países donde la mano de obra es más barata, ya sea en Europa del Este o en otras regiones, es una estrategia que algunas empresas menorquinas están explorando para mantenerse competitivas. Sin embargo, esta opción conlleva retos importantes, como garantizar la calidad del producto final y mantener la identidad de la marca ligada a la tradición local.
Para entender mejor cómo otras potencias del sector calzado enfrentan este mismo problema, basta con observar el caso de China. Aunque es el mayor productor mundial de calzado, el aumento de los salarios medios ha generado un desafío similar al que enfrentan las empresas en Menorca. Un estudio reciente de la Universidad de Pekín revela que, en lugar de deslocalizarse masivamente hacia países con sueldos más bajos, muchas empresas chinas han optado por la robotización como su estrategia principal. Este estudio, basado en encuestas a 640 directivos de empresas chinas, señala que un tercio de las empresas ha priorizado la tecnología y la automatización frente a la opción de trasladarse a otros países. De hecho, se estima que en los próximos años China será el país con mayor cantidad de robots industriales instalados en sus fábricas.
La robotización permite a las empresas chinas mantener su capacidad productiva y, al mismo tiempo, reducir costos laborales, algo que parece más rentable a largo plazo que la mera deslocalización. Solo un pequeño porcentaje de las empresas encuestadas (6%) ha considerado trasladar su producción fuera de China, y dentro de este grupo, pocas han optado por países africanos como Etiopía o Ruanda, a pesar de los bajos salarios. En su lugar, la mayoría ha preferido otros destinos del sudeste asiático, donde los costos laborales aún son competitivos pero la infraestructura es más adecuada para la producción a gran escala.
Para el sector del calzado en Menorca, la robotización a gran escala puede no ser una solución viable debido a la naturaleza artesanal del producto y a las limitaciones en el tamaño de las empresas locales. Sin embargo, la adopción de tecnologías para mejorar la eficiencia, junto con la exploración de opciones de producción en el extranjero, podría ayudar a reducir los costos generales de fabricación y mantener la competitividad de los productos menorquines en un mercado cada vez más globalizado.
Lo que está claro es que, si bien la calidad sigue siendo el sello distintivo del calzado de Menorca, las empresas deberán encontrar soluciones ingeniosas y flexibles para enfrentar los retos económicos actuales, manteniendo al mismo tiempo la identidad y la tradición que han hecho que el calzado menorquín sea reconocido en todo el mundo.