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‘Plyushkin contra Diògenes’, en abierto

Macià Coll y Macià Florit publican el cortometraje documental que estrenaron en diciembre pasado

Martí Mesquida d'esquena. Foto Macià Coll i Macià Florit (1)
Martí Mesquida d'esquena. Foto Macià Coll i Macià Florit (1)

Miquel Mesquida i Magdalena Llorens. Foto Macià Coll i Macià Florit (2)“Miquel Mesquida fue un ciutadellenc que sufrió el (mal)denominado síndrome de Diógenes. Después de su muerte, su hijo Martí emprendió el camino inverso de deshacerse metódicamente de todo lo acumulado durante 40 años”. Así reza la sinopsis del cortometraje documental (27 minutos) ‘Plyushkin contra Diògenes. Un viatge d’anada i tornada’, realizado y editado por Macià Florit y con guión del propio Florit y de Macià Coll. El documental fue estrenado en diciembre pasado con una proyección en Ciutadella y también pudo ser visto en Es Mercadal. Puede verse en abierto en la plataforma Vimeo.

Rodado entre diciembre de 2011 y septiembre de 2013 en Ciutadella, dividido en 3 partes (Hacer, Deshacer y Rehacer) y con música de Alan Florit, Sinevara, Leonmanso, Miquel Serra y Mazoni; ‘Plyushkin contra Diògenes’ va más allá de los juicios y prejuicios que en su momento generó socialmente el caso de Miquel Mesquida en la localidad y sitúa el relato en otra perspectiva, hasta entonces oculta, como es la vivida en primera persona por su mujer Magdalena Llorens y su hijo Martí Mesquida, tanto durante los años de convivencia con su esposo y padre como justo después de su muerte, en que, aparte del dolor por la pérdida de un ser querido, estaba muy presente la pregunta de qué hacer con toda aquella herencia.

Lejos del morbo en que fácilmente puede caerse con un trabajo como éste, la película tiene un punto muy importante de emotividad, provocado por la sinceridad de querer hablar en público de un hecho íntimo y nada fácil, en buena parte doloroso pero que a su vez entra de lleno en la comprensión, de forma clara y sin embudos. Y es que las herencias, sean las que sean, son herencias y no deben esconderse, sino gestionarse, valorando lo que se ha recibido en su justa medida para poder sentirse en paz.


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