La actualidad informativa ha venido marcada hoy, entre otras cosas, por un nombre propio, el de Cayetana de Alba. Al mediodía, la Catedral de Sevilla acogía el funeral de la 14 veces “Grande de España”, la mujer con más títulos nobiliarios del mundo y titular de un extraordinario patrimonio inmobiliario y artístico. La capital hispalense se ha volcado en los actos de despedida a una sevillana de adopción, que se sentía de aquella tierra más que de ninguna otra.
Pocos son los que han reparado en el anacronismo que la nobleza supone en la sociedad del siglo XXI ni tampoco en el hecho de que la Casa de Alba es una de las perceptoras de fondos europeos más importantes de nuestro país, a pesar de su valioso patrimonio , el 90 por ciento del cual, dicho sea de paso, está exento del pago de impuestos por su consideración de Patrimonio Histórico y por haber sido cedido a la Fundación Casa de Alba. El carisma de Cayetana de Alba ha sido capaz de barrer estos detalles.
También en Menorca tenemos aristocracia, una aristocracia que deja su huella en uno de los momentos más esperados del año. Las fiestas de San Juan son la expresión histórica, lúdica y cultural de un mundo que, poco a poco, se fue apagando y reflejan unos roles y un estilo de vida diferente, ajeno al momento actual. Pese a ello, hoy por hoy nadie, entra en estas consideraciones cuando llega el momento, siendo el “caixer senyor” uno de los protagonistas indiscutibles de las fiestas.
Incluso, salvando las distancias con la Casa de Alba, cuando las cosas se tuercen, a la nobleza local no le faltan los apoyos. Como muestra, ahí están las más de 2.000 adhesiones que ha recibido el perfil “Ciutadella con Chiqui”, abierto en Facebook para canalizar el apoyo al exalcalde a quien se le piden responsabilidades por la vía penal por la muerte de una turista y las heridas sufridas por su hombre en las pasadas fiestas, una iniciativa que respeto aunque no comparta.
Resulta indudable que una cosa es la aristocracia de los libros de historia y el “poderío” de algunas estirpes como la Casa de Alba, y otra bien distinta los nobles que trabajan, rompen moldes, se comprometen, viven en medio de su barrio, más cerca de gente como usted y yo, con vivencias como las suyas o las mías. Cuando lo que vemos somos únicamente personas, como el coherente y sensible Chiqui, incluso la “vanguardista” Cayetana, las barreras caen y cada vez caerán, debería de caer, más.