Fue un concierto intenso, un tanto ‘in crescendo’ en cuanto a su emotividad pero sostenido de principio a fin en cuanto a su ejecución, impecable.
Si en principio era la pieza ‘Valses amorosos’ del romántico Brahms, al inicio de la segunda parte, la que tenía todos los números para centrar todas las miradas, puede decirse que el concierto estuvo muy equilibrado y tuvo, compartidos, también otros focos de interés, como mínimo a su misma altura.
Por sorprendente y excepcional, con un público entregado y en ciertos momentos con la boca abierta de admiración por la renovada propuesta y la manera, brillante y emotiva, de llevarla a cabo, fue Bach quien se llevó este mérito. Y es que el compositor barroco, pasado por el piano a cuatro manos de Suso González y Marco Mezquida y su improvisación, fue reinterpretado, o deconstruido según se mire, para llevarlo hacia notas más contemporáneas, tirando a jazz en algunos momentos y siempre con muchos y variados matices.
Todo ello con una elegancia y respeto fuera de toda duda, partiendo de Bach y, jugando, para llegar a otra música, pasada por la improvisación y por lo que sentían en aquel momento presente los dos pianistas, pero sin variar la esencia de Bach, que, en cierta manera, en su época ya fue un gran improvisador y, en ese sentido, lo visto y escuchado en el Socors fue un auténtico homenaje.
El concierto, de hecho, comenzó y acabó con Bach. El inicio ya fue sorprendente, porque de las 4 piezas de Bach que Suso González y Marco Mezquida interpretaron, seguidas y a piano a cuatro manos, tan sólo las dos primeras sonaron íntegramente como Bach las había escrito, comenzando ya a describir esta reinterpretación a través de la improvisación.
El punto culminante llegó al final del concierto, con el coro de la Capella Davídica (33 cantantes) en escena y redondeando la propuesta añadiéndose con calidad a la improvisación que los dos pianistas hicieron de uno de los fragmentos, de cuando Jesús ya había sido crucificado, de la ‘Pasión según San Mateo’ de Bach, impecable de ejecución y, también, irrepetible si se tiene en cuenta que la improvisación ya conlleva eso, fruto de las sensaciones de aquel preciso momento, y que de este concierto, de momento, no ha de realizarse ninguna reedición.
Un final en el que se juntó casi todo (emotividad, sorpresa, potencia, calidad, puesta en escena,…) y que hizo que el público, que llenaba la antigua iglesia dels Socors en la noche de este jueves 9 de julio, estuviera unos minutos aplaudiendo antes de pasar a los dos bises de regalo que ofrecieron los intérpretes. En realidad, esta parte final de la ‘Pasión según San Mateo’ vino precedida, como si fuera la misma pieza, de una especie de introducción que fue la improvisación sobre la obra ‘Campanes’ de Marco Mezquida, en la que los dos pianistas llevaron su compenetración a su máxima expresión consiguiendo, además, y a base de no sólo pulsar las teclas del piano sino también sus cuerdas y mecanismos interiores, unos sonidos realmente impresionantes.
El primero de los dos bises no fue ninguna repetición sino que fue con una nueva composición de Marco Mezquida, dedicada a su abuela, fallecida hace poco, mientras que el segundo fue con el último vals corto de los más de 15 que integraron los ‘Valses amorosos’ de Brahms y, en este caso, y aún con los dos pianistas a cuatro manos, con la Capella Davídica como principal protagonista, con una dirección muy expresiva y contundente de Isabel Juaneda, empujando a la coral hacia la precisión.
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