La Navidad suele llegar cargada de luces, compras, regalos, comidas excesivas y una agenda llena que pueden acabar tapando lo que, en teoría, debería ser el centro de las fiestas: compartir tiempo, cuidar los vínculos y vivir con sentido. Vivir una Navidad menos consumista no significa renunciar a celebrarla, sino repensar cómo y por qué la celebramos. El primer paso es cuestionarnos algunas inercias: ¿Realmente necesitamos tantos regalos? ¿Tantos compromisos? ¿Tanto gasto? Celebrar no debería ir ligado a consumir más, sino a conectar mejor. Poner el foco en las personas, las emociones y los momentos puede cambiar completamente la manera en que vivimos estas fechas.
Los regalos no deben desaparecer, pero sí pueden transformarse:
- Apostar por experiencias: tiempo compartido, una salida, un taller, una actividad juntos.
- Hacer regalos hechos a mano o creativos, que lleven una historia detrás.
- Comprar en pequeños comercios, artesanos o proyectos locales.
- Proponer un amigo invisible o limitar el número de regalos por persona.
- Hablar abiertamente con la familia sobre reducir los regalos, especialmente con los adultos.
Con los niños, es importante explicarles que el valor de la Navidad no está en la cantidad, sino en la ilusión y el significado.
Las comidas de Navidad pueden ser momentos preciosos de encuentro, pero no es necesario que sean excesivas:
- Planificar los menús para evitar el desperdicio.
- Recuperar recetas tradicionales y sencillas.
- Priorizar productos de temporada y de proximidad.
- Compartir tareas y recetas, haciendo de la comida una experiencia colectiva.
No es necesario comprar decoración nueva cada año:
- Reutilizar adornos de otros años.
- Hacer decoración con materiales naturales o reciclados.
- Apostar por una decoración más minimalista.
- Dar protagonismo a elementos simbólicos como el belén o las velas.
- Menos decoración puede significar más calma visual y emocional.
Una Navidad menos consumista pone el foco en lo que no se puede comprar:
- Conversaciones sin prisas.
- Juegos de mesa, paseos, lecturas compartidas.
- Escuchar de verdad.
- Crear rituales familiares: contar recuerdos, hacer balance del año, agradecer.
Este tipo de momentos suelen ser los que más recordamos con el paso del tiempo.
(Un artículo de Eva Remolina - Amic para Menorcaaldia.com)
