Un reto inadvertido de primer orden que combina mejoras en la productividad y en el bienestar, trabajos en riesgo de desaparición, polarización de los perfiles profesionales e incremento de la desigualdad social. Así podría resumirse el impacto de la digitalización en el tejido económico a la vista de las aportaciones que tres expertos- Gregorio Martín Quetglas, Guillem López Casasnovas y Alfred Pastor- realizaron ayer en el marco del encuentro de verano que el Cercle d’Economia de Menorca celebró este jueves en el hotel Carlos III de Es Castell.
El peso del encuentro, moderado por Llorenç Huguet, rector de la Universidad de las Illes Balears, correspondió a Martín, quien matizó la asimilación entre digitalización y tercera revolución industrial en tanto crea bienestar pero destruye más trabajo del que crea, en base de producir “nuevas criaturas económicas, de valor creciente y precio decreciente”. Para el catedrático de Ciencias de la Computación de la Universidad de Valencia, estas “nuevas criaturas” se asientan en el producto digital, normalmente gratuito, el autoservicio y la desintermediación, y la economía a demanda, que va mucho más allá de la colaborativa.
Martín reflexionó sobre la necesidad de tomar conciencia de lo que supone una nueva etapa en la que los beneficios económicos y empresariales no se reparten equitativamente hasta el punto de que las personas no pueden garantizar sus necesidades en base al trabajo, y de adoptar medidas- legislativas y fiscales, preferentemente- de orden transnacional para que la riqueza se redistribuya adecuadamente. Aspecto éste en el que tanto el experto en Computación como sus compañeros de coloquio, se mostraron escépticos por la extraordinaria complejidad de los intereses en conflicto y la pérdida de legitimidad que los estados sufren en frente de las grandes corporaciones.
Desde la Economía
Los planteamientos de Martín fueron complementados por López, catedrático de Economía, y Pastor, profesor de Economía y exs ecretario de Estado. El primero incidió en que la digitalización “enriquece los puestos de trabajo y debería hacerlos más productivos pero en la misma manera los sustituye”, algo que, según explicó, está incidiendo en la pérdida de puestos, la deslocalización o las profesiones en vías de extinción, pero también, aportó una lectura positiva para Menorca, en tanto que su calidad de vida, su reputación y su capital social puede contribuir a atraer los puestos de trabajo vinculados a las “nuevas criaturas” económicas.
Pastor, por su parte, aventuró la desaparición de perfiles profesionales intermedios -“se mantendrán las labores fuerte componente creativo y/o de inteligencia social, y las poco cualificadas siempre que sean baratas”- y expresó su convicción de que la tecnología “es un producto nuestro, nosotros la inventamos, la usamos y la financiamos”, lo que permite repensar cómo queremos que incida en nuestras vidas.Pastor, tal y como había planteado Martín, sostuvo una sociedad no aguanta si no se sostiene con trabajo, por lo que defendió la necesidad de cambiar las políticas públicas en materia de educación, inmigración o investigación, y el modelo de organización empresarial para que sus beneficios sean más inclusivos.