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Incidentes “lingüísticos”, “seny” y tolerancia. ¿”Víctimas” o “provocadores”? Cuando las lenguas dejan de ser un medio para comunicarnos y se convierten un fin en si mismas

Joan Triay

 

 

Últimamente se han producido un par de incidentes que podríamos llamar “lingüísticos”, aunque opino que tienen cierto trasfondo político y que entrañan alguna falta de respeto y tolerancia hacia unos trabajadores que no hablan o entienden bien el idioma en que se han dirigido a ellos quienes después se han jactado públicamente de su intervención en estos episodios.

Versiones distintas y batallitas al margen una cosa he sacado en claro: el denominador común y el origen de ambos incidentes está en que dos clientes de diferentes empresas se han negado a hablar en castellano cuando así se lo ha solicitado un empleado/a de cada una de las empresas afectadas -por el sencillo motivo de que estos trabajadores no comprenden bien el catalán en que les hablaban los respectivos clientes-. Poco después, los clientes han “denunciado” públicamente el presunto “agravio”, presentándose como “víctimas” de una especie de mal trato lingüístico y difundiendo los nombres de las empresas que –naturalmente- se han visto obligadas a salir al paso dando su versión de unos hechos que -la verdad- me parecerían poco relevantes sino fuera por la extraordinaria repercusión mediática que han tenido.

Lo primero que salta a la vista es que se trata de un “problema” artificial que podía haberse evitado muy fácilmente, porque prácticamente todo el mundo que sabe catalán habla castellano (y por supuesto que ese era el caso de ambos clientes). Bastaba por lo tanto con expresarse en castellano para evitar el conflicto. Es de la cortesía más elemental. Es lo educado. Pero sobre todo es lo lógico, porque se pongan como se pongan los clientes de ambas empresas, por mucho que magnifiquen los hechos cuanto quieran y por mucha publicidad que les den, no conseguirán que quien no conoce un idioma lo aprenda de repente, por mucha presión presencial y mediática que ejerzan sobre ellos y sus empresas y por mucho que los trabajadores afectados sean el eslabón más débil de esta conflictividad rebuscada, sobredimensionada por los mismos que –aunque se auto asignen el papel de “victimas” en el reparto- la han alentado, en buena medida provocado y evidentemente la han publicitado.

Confieso que siempre me ha sorprendido observar la falta de empatía e intolerancia de algunos talibanes de la “llengua” al contestar en catalán a quienes se dirigen a ellos en castellano -incluso en casos en los que resulta patente que estos últimos no entienden ni papa de lo que se les dice- mientras no tienen el menor inconveniente en contestar en inglés o cualquier otro idioma que conozcan a quienes se dirigen a ellos en inglés u otro idioma que sepan. De la misma manera que me parece deplorable calificar de “polacos” a quienes se expresan en catalán o hablamos en las modalidades insulares de nuestra lengua, igual de patético que las pocas veces que he tenido que escuchar expresiones en imperativo como “habla en cristiano” a algún castellanoparlante, con lo fácil que es pedir por favor que se hable en castellano a quién no entiende el catalán sólo con mencionar esta última circunstancia.

En cuanto a la vertiente jurídica del asunto, los ciudadanos de Baleares tienen el derecho a ser atendidos en cualquiera de las dos lenguas cooficiales en las administraciones públicas, pero no sucede lo mismo cuando se trata de empresas privadas. Y como en todas partes cuecen habas, tal y como manifesté ante el Pleno de la Institución, resulta que cuando alguien presenta cualquier instancia escrita en catalán al Ayuntamiento de Ciutadella le contestan en catalán (lo que me parece muy bien), pero si la instancia presentada está escrita en castellano, según inveterada mala costumbre, habitualmente también recibe la contestación en catalán (lo que ya no está nada bien, entre otras cosas porque conculca un derecho constitucional). Y sin embargo nadie que yo sepa ha armado un cirio públicamente por esta circunstancia.

La lengua no es más que un medio para comunicarse. Comunicarse es la finalidad del lenguaje. Y cometen un grave error los que convierten el medio en un fin en sí mismo, porque de esa manera llegan incluso a veces a entorpecer el proceso de la comunicación humana, como cuando por ejemplo, con evidente mala educación, algunos catalanistas radicales -a pesar de conocer perfectamente el idioma castellano- contestan en catalán a castellano parlantes que no les entienden.

El bilingüismo, las dos lenguas que dominamos la mayoría de ciudadanos españoles residentes en Baleares constituye un patrimonio peculiar que nos enriquece culturalmente y también una ventaja respecto de los que sólo entienden el castellano, seamos tolerantes a la hora de administrarla.

 


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