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Uno de los personajes más peligrosos de los Estados Unidos en el siglo XIX era originario de Maó

Josep Llull, conocido como Pepe Llulla, emigró a Nueva Orleans y se granjeó una fama de rival letal

llulla en duelo
llulla en duelo

Dicen que no hubo pelea que perdiera. Y sin embargo participó en incontables duelos dejando un reguero de muerte a su paso. No tenía mal genio ni estaba desequilibrado. En aquellos tiempos era frecuente en aquella parte del mundo desarrollar duelos por honor. En la espada y en el cuerpo a cuerpo, nadie podía con el menorquín. Su fama alcanzó tal envergadura que se forjó una leyenda, hasta el momento, prácticamente desconocida en nuestra isla.

Nacido en Maó en el año 1815, Llull se enroló desde muy joven en barcos de cabotaje, con camarote pagado por su familia, para formar parte después de la tripulación de naves de altura que le llevaron desde las aguas del Norte hasta las costas africanas en las que traficó con esclavos. Otras obras nos certifican la relación de mahoneses con el tráfico de personas en aquellas épocas y lugares. Su carácter no le mantuvo mucho tiempo aquí y pronto se instaló en Nueva Orleans. Con veinte años trabajó en un bar, encargado de no dejar pasar a gente de mal vivir o que pudiera acarrear problemas. Su destreza en la pelea, a cuchillo o en el cuerpo a cuerpo, se demostró aún más a partir de aquel instante.

Algunas crónicas locales de aquellos tiempos describen al de Maó como un hombre sereno, de hablar pausado, introvertido y que jamás probó el alcohol. Presumía de tener pocos amigos pero muy fieles. Con el tiempo, su instinto para los negocios, le permitió adquirir un bar y más adelante negociando con maderas y terrenos. No le fueron mal las cuentas pues acabó con una pequeña fortuna en fincas, bares y barcos. Su defensa de sus orígenes le pusieron a prueba frente a muchos detractores de España, particularmente cuando se granjeó la enemistad de muchos cubanos contrarios a la política española de aquellos tiempos. Se dice que su tesoro más preciado era un retrato suyo con una corona de laurel y la dedicatoria

A Don José Llulla por su determinación en la defensa del honor Nacional en contra de los traidores de Nueva Orleans.

Aquel cuadro estaba bordado con los cabellos de las mujeres españolas que vivían en Cuba, quienes se cortaron el pelo para rendirle este homenaje. Su forma de pelear era conocida por carecer de animosidad hacia el adversario y por no insultar jamás ni “calentar” los duelos. Tenía fama de no haber comenzado jamás ninguna pelea, aunque llevó a feliz término todas en las que se vio involucrado. Imbatible en reyertas a mano limpia, poseía además una gran puntería siendo capaz, según los testigos, de quebrar un huevo, colocado sobre la cabeza de su hijo a más de treinta pasos y arrancar la pipa de la boca, o una moneda sujetada por algunos de sus amigos, lo que no deja de ser una proeza dada la fiabilidad de las armas de entonces.

Los periódicos de la época reseñaban en la década de los años 30 del siglo XIX al menos un duelo diario, llegando a contabilizar diez en un solo día. No es de extrañar que Llulla se viera involucrado en más de una de estas peleas o duelos -entonces bien vistos para arreglar cuentas- pese a que su fama le precedía y pocos se atrevieron a retarle. Quienes lo hicieron no sobrevivieron. Llulla murió de muerte natural a los 73 años de edad en su casa y miles de personas fueron a testimoniar el respeto que le tenían en el día de su funeral. La muerte le sobrevino en su cama de la mansión de su finca de la isla de Grande Terre, en Jefferson Parish, Louisiana, el 3 de Julio de 1888, justo cuando había comprado una gran extensión de terreno en la zona de “Cheniere Caminada”, que luego fue arrasada por un huracán en 1893, con la intención de fundar una gran plantación de naranjas.

Una de las pocas fotos que se conservan de este interesante personaje ha sido recuperada recientemente por Pablo Cardona, miembro del grupo de facebook de Fotos antiguas de Menorca. (Es el de la izquierda)

llulla y cia

 


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