Después de haber asistido en el Consell de Menorca a la comisión consultiva para la implantación del gas natural en nuestra isla me veo en la necesidad de expresar preocupación a los ciudadanos de Menorca ante el sesgo que está adoptando un proyecto ansiado y perseguido durante más de una década.
Quizás no debería pronunciarme sobre temas relacionados con otras administraciones locales, pero en este tema, no me puedo reprimir. Me acojo a la importancia de este proyecto, de gran trascendencia para el futuro inmediato y también con alcance para las generaciones que nos sucederán. Y no se acaba de entender, por tanto, que después de muchos años de estudio y siglos de espera hasta dar con una solución factible, hayamos entrado ahora en la fase de titubeos y reparos. Conviene, pues, destacar que en esto no hay medias tintas, la decisión que adopte una parte de la isla tendrá consecuencias en la otra.
Mi preocupación radica en las argumentaciones volcadas por diferentes representantes de los ayuntamientos, que vienen a poner más palos a las ruedas de este carruaje que es Menorca, que con tanto tropiezo, en determinados terrenos a duras penas consigue avanzar a trancas y barrancas.
Oír que la implantación del gas natural no es medioambientalmente sostenible es descorazonador, por lo que tiene de falacia esta afirmación. Si además se pone en duda la idoneidad del proyecto desde el punto de vista económico, ya podemos esperar sentados y quedarnos inamovibles ahí donde estamos anclados desde hace décadas. ¡Y pensar que personas insignes como Francesc F. Andreu fue pionero en la implantación de la electricidad en Baleares y nos llevó a una posición muy adelantada respecto a muchas zonas peninsulares!
Si los menorquines conocieran, en cambio, de primera mano lo que se habla en estas reuniones, con penosos y erróneos argumentos categóricos, nos pondrían de patitas en la calle. Así lo creo porque no hay ni chispa de astucia y espabilo, ni un rayo de luz sobre las vías de progreso y sí toda una maldición de rayos y truenos sobre lo que hasta ahora se había avanzado.
¿A qué esperamos? Pido a todos los gobernantes que nos pongamos de acuerdo de una vez para impulsar un importante proyecto que debe mejorar la competitividad y capacidad de nuestra isla, en todos los sectores económicos y también en el plano doméstico.
Basta oír los datos que aporta el conseller del ramo, el sr. Marc Pons, sobre la implantación del gas: se estima que una familia media podría tener hasta un ahorro de 900 euros anualmente, que serían unos 3.000 euros de ventaja para un restaurante o servicio público similar y no digamos ya el beneficio para medianas y grandes industrias. En fin, un buen ahorro significativo que haría más competitiva a cualquier empresa pero que mejoraría también la capacidad adquisitiva de los particulares.
Pero es que además de las ventajas económicas, conviene que escuchemos a los expertos. Bastante sabido es que el gas natural es una fuente de energía mucho más limpia que el carbón u otras fuentes comparables. Y aunque el gas esté a distancia de las energías renovables, hay que ser conscientes que Menorca debe sufrir una transición hacia estas energías pero de forma escalonada, progresiva, por lo que no debemos perder la oportunidad de implantar el gas natural. Después de todo, ¿No hemos visto ya los notables inconvenientes con que se encuentra la producción de energías renovables al topar con los criterios, no ya ambientales, sino paisajísticos y de protección patrimonial?
A la vista de los comentarios, con el máximo respeto hacia la persona que hizo afirmaciones a mi juicio del todo desenfocadas, en parte entiendo la postura del conseller y su manifiesta desazón. ¿Cómo puede tirar del carro de un proyecto de ámbito insular, cuando los gobernantes no nos ponemos de acuerdo?
Esto sí que es desperdiciar energías.