Hubo paella solidaria, stands informativos, teatro reivindicativo y música en directo. Y el parque de Es Freginal se llenó de personas que pasaron el sábado en familia. Se trataba de dar continuidad al trabajo que empezó la Plataforma para concienciar a la ciudadanía sobre la situación dramática en la que se encuentran aquellas personas que huyen de la guerra.
Pero también se pretendía recoger fondos para dar continuidad a un voluntariado que trabaja codo con codo con las organizaciones humanitarias que se han desplazado a lugares como el Campo de refugiados de la isla de Lesbos, donde recientemente estuvieron dos cooperantes menorquinas. Sus testimonios explicaban en primera persona las dificultades de una comunidad que está desubicada, buscando un futuro lejos de las bombas.
La situación de interinidad de los campos, lejos de ser un tránsito, corre el peligro de convertirse en un quiste para los gobiernos que los alojan si no hay salidas claras a la situación de sus moradores. Y Europa sigue mirando hacia otro lado porque la solidaridad que ofrece es del todo insuficiente para el número de personas que huyen, la mayoría jóvenes. Ahora, con la llegada del frío invierno, las tiendas de campaña no van a ser suficiente cobijo para los miles de refugiados que buscan un futuro mejor y las organizaciones humanitarias no pueden con todo.