Encajada en el calendario -más pronto no habría producto suficiente, más tarde, los profesionales de la hostelería están en plena temporada- la Fira Arrels ha cerrado su primera edición dejando buen sabor de boca en organización, participantes y visitantes.
Promovida por el Consell de Menorca, la cita ha combinado una cuidada selección de productos locales, degustaciones guiadas, cocina en directo y actividades para los más pequeños. La propuesta ha logrado seducir y más de 3.000 personas se han acercado este fin de semana a la feria.
¿La clave? La posibilidad de conocer lo mejor de la producción local, desde la más consolidada, caso del queso Mahón-Menorca o el Gin de Mahón, hasta las apuestas más novedosas, como los caracoles, la sal o el azafrán, y de descubrir cómo los chefs de Menorca cocinan en base a los ingredientes que proporcionan los productores locales.
El potencial, se sabía, es enorme, como también lo es el reto al que se enfrentan estos productores: el de ser capaces de dar respuesta al incremento de demanda que una feria como ésta pretende estimular, un incremento que la Isla ha venido experimentando de la mano de hoteles y restaurantes que, de un tiempo a esta parte, trabajaban con la filosofía del “Km.0”.
Animar a particulares y empresas a consumir producto local implica un esfuerzo conjunto de la Administración y las asociaciones agropecuarias y pesqueras a fin de diseñar políticas que incentiven la producción sostenible y garanticen la estabilidad en la cadena de suministro, contribuyendo así a la tan añorada diversificación económica. “Arrels” (raíces), y firmes, hay: falta seguir abonando.