Que en Menorca hay muchas piedras, es una obviedad. Lo que quizás no se tiene tan presente es que su riqueza geológica la hace especialmente interesante para los científicos que estudian este campo. Más allá de conformar su paisaje, modelado por la mano del hombre a lo largo de milenios, la piedra dibuja el entorno en una paleta de colores que va desde el blanco de la caliza (marés) del sur, pasando por el rojizo arcilla o el gris de la piedra lutita (pedra del toro) al oscuro pizarra del norte, como el caso de Favàritx.
A lo largo de la historia, cuando el hombre buscó la manera de convivir con el entorno, acabó creando puestos de vigilancia, zonas de defensa, lugares de culto y poblados enteros en lo que hoy forma parte de este patrimonio arqueológico de la isla. Precisamente en el debate de la gestión del entorno geológico se ha configurado uno de los cursos de la UIMIR que coordina Agustín González y que aborda las maneras de trabajar en el ámbito de dar a conocer la singularidad del territorio y hacer que se respete por ello. Paralelamente, los más insignes miembros de la Comisión Nacional de Geología se han dado cita en la isla, programando salidas de campo (excursiones) este fin de semana para ver y estudiar de primera mano este crisol de colores y edades de la formación de Menorca, que no deja de ser un extremo singular de la cordillera bética, por lo que se conoce como zona externa bética.
Falta “xarmar sa marina” para ver mejor este entorno idílico…
No es la Comisión nacional de geología, que no existe, es la Comisión de Patrimonio Geológico, una de las Comisiones de la Sociedad Española de Geología.