El largo debate que se cierne sobre el futuro del puerto de Maó abre muchas expectativas en relación a la reordenación del espacio de Cala Figuera. La antigua zona de descarga de combustible, ahora ya desmantelada por la compañía CLH que trasladó su zona de almacenaje al lado del aeropuerto, permite imaginar otros usos. En esta tesitura, Hector Pons ha puesto varias ideas sobre la mesa.
Consígase un consenso que no deje de lado a los vecinos de Maó aficionados a la navegación. Una pequeña lancha o un bote, que puedan tener como recreo o afición, no debe quedar relegado a una lista de espera de amarres que coarta el contacto de la población con el disfrute del mar.
Otro punto que destaca Pons es el de forzar sinergias que permitan beneficios económicos. Un claro ejemplo es el que vincular la formació que se ofrece en la Escuela de la Mar (Bintaufa) con la generación de un mercado laboral que ofrezca salidas reales a jóvenes menorquines.
Otra de las singularidades que merece especial atención son los restos romanos que se encuentran en la pared del fondo de la cala. Se trata, según indica en su libro Ferran Lagarda de una portada monumental, de 2,90 metros de altura y una anchura máxima de 2,30 metros, con dos jambas esculpidas sobre las que descansa un dintel curvo, encima del cual se apoya un frontón semicircular. Como monumento de culto a las ninfas del agua se trata de un patrimonio a preservar convenientemente, pero no a esconder ni a olvidar con la reordenación de este espacio.
Desde la puesta en marcha del nuevo puerto de Ciutadella, el puerto de Mahón ha visto como ha bajado su posición estratégica a nivel económico en el Mediterraneo y ahora Pons plantea jugar bien la baza de qué y cómo se vaya a trabajar en Cala Figuera.