El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha anunciado dentro de las medidas del artículo 155 de la Constitución sobre Cataluña, que él asume la capacidad de disolver el Parlamento catalán, con el objetivo de celebrar elecciones autonómicas en un plazo máximo de seis meses.
No obstante, Rajoy ha manifestado que su voluntad es que esos comicios se puedan celebrar antes de ese periodo, en cuanto se recupere la normalidad en esa comunidad autónoma.
El Gobierno justifica la adopción de medidas en aplicación del artículo 155 de la Constitución por la “desobediencia rebelde, sistemática y consciente” de la Generalitat a las obligaciones que le imponen las leyes y por el hecho de que sus actuaciones “atenten gravemente” al interés general de España.
El Gobierno ha preparado un documento de once fólios, a los que ha tenido acceso Europa Press, en los que justifica la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña por la necesidad de restaurar la legalidad, asegurar la neutralidad institucional, mantener el bienestar social y el crecimiento económico y asegurar los derechos y las libertades de todos los catalanes.
Esos son los cuatro “grandes objetivos” que amparan, según el Ejecutivo, la aplicación de este procedimiento que se plantea “de forma garantista”, persiguiendo en todo caso “asegurar derechos y no restringir libertades”.
En este documento, el Gobierno también acude a la doctrina del Tribunal Constitucional, que en una sentencia del año 2014 dice que el artículo 155 “opera como medida de último recurso del Estado ante una situación de incumplimiento, manifiesto y contumaz, deliberado o negligente de una determinada comunidad autónoma, que no ha adoptado, primero por propia iniciativa y luego a instancias del Estado, las medidas oportunas para corregir la desviación en la que ha incurrido”.
En otra sentencia de 1981, que cita este texto, el alto tribunal califica el artículo 155 como uno de los preceptos constitucionales “consecuencia del principio de unidad y de supremacía del interés de la nación”.
En otra parte del documento del Ejecutivo se explica “que las pretensiones secesionistas están motivando ya un serio deterioro del bienestar social y económico en Cataluña”, habiéndose provocado “una progresiva fractura y se han puesto en riesgo las condiciones para el crecimiento económico”.
En este sentido, cita el traslado de domicilios sociales de importantes empresas catalanas, el daño a la actividad turística y, en el ámbito industrial, una disminución en el número de pedidos de automóviles, mientras que en el comercio interior se observa una bajada de las ventas en grandes superficies.