Fundación Hestia y Hestia Menorca colaboran en la edición de una serie de testimoniales sobre actividad física y salud mental. En un momento dado nos preguntamos sobre la utilidad real de los subtítulos de los vídeos. Cuando comento a mi interlocutor “utilidad, por ser inclusivos; yo también dudo, como dudo con lo del lenguaje inclusivo. En mis artículos todo masculino genérico”, se burla de mi: “¿Eres una machista? Qué feo es eso…”.
No sé si machista o feminista pero reconozco que en cuestiones de lenguaje soy poco moderna. Con frecuencia tengo la sensación que llevamos todo al extremo y creo que, más que el lenguaje, lo que construye la realidad es la mirada, que es la mirada lo que hay que cambiar porque lo del lenguaje, siendo muy importante, corre el riesgo de quedarse en lo epidérmico.
Sirva como ejemplo el día de hoy, 28 de abril, una jornada electoral diferente porque un día alguien miró diferente. Tras la última reforma de la ley electoral (LOREG) del pasado mes de diciembre, todas las personas con discapacidad intelectual o del desarrollo que tenían restringido su derecho al sufragio, lo han recuperado.
Son casi 100.000 personas más las que podrán votar y aunque no es posible determinar cuántas lo harán, la cita supone un “avance y un hito histórico” en palabras de la Asociación Española de Fundaciones Tutelares, puesto que más del 60 por ciento de las personas que recibe apoyo de las entidades integradas está asociación, tenían restringido su derecho al sufragio hasta este momento.
Según destaca la AEFT, este avance ha sido posible gracias al trabajo incansable del movimiento asociativo de las personas con discapacidad, con un papel destacado de Plena inclusión y el acicate de la campaña Mi voto cuenta, y no acaba con la modificación de la LOREG ni con la presión que consiguió cambiar la instrucción de la Junta Electoral Central del pasado 12 de marzo, que establecía que interventores y apoderados de los partidos podrían apuntar, en el momento del voto, el DNI de personas con discapacidad que supusieran que no estaban ejerciendo su derecho al sufragio de forma consciente, libre y voluntaria.
Esta nueva mirada implica seguir trabajando para garantizar la plena participación de las personas con discapacidad intelectual o del desarrollo no solo en las elecciones, sino también en la vida política. Esto hace necesaria la adaptación de la información, los espacios y los procesos (sí, el lenguaje, en sentido amplio, en suma) que igualen sus opciones de participación a la del resto de la ciudadanía. Mirando diferente y haciendo diferente. Así cambia la realidad.