La situación de confinamiento a la que la propagación del Covid-19 ha relegado a la sociedad a raíz de la aplicación de las medidas excepcionales emanadas de la declaración de estado de alarma, ha obligado a muchas unidades de convivencia (parejas, amigos, familias, compañeros de piso….) a compartir un mismo espacio durante una gran cantidad de horas. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando las directrices sobre limitación de movimientos de los ciudadanos afectan a hogares cuyos miembros mantenían, ya antes de que se desencadenase la pandemia, una mala relación de convivencia? ¿Existen fórmulas para reducir los posibles escenarios de conflicto en estos casos? Los expertos aseguran que sí, siempre que todas las partes aporten las necesarias dosis de buena voluntad y espíritu de colaboración.
Antes de que la pandemia del coronavirus transformase drásticamente nuestras vidas, muchas personas agradecían los momentos del día que transcurrían fuera de la casa donde residen habitualmente. Ya fuera para ir al trabajo y cumplir con la jornada laboral, o para reunirse con unos amigos e ir de cena, cualquier motivo era visto con buenos ojos si gracias a ello perdíamos de vista a ese compañero de piso con el que, por las circunstancias que fueran, nos veíamos obligados a convivir aunque fuera a disgusto.
Podría tratarse de alguien con quien compartiéramos residencia, simplemente, para rebajar la cuota de alquiler de la vivienda; o un amigo con quien hubiéramos mantenido una buena relación en el pasado que, con el transcurso del tiempo y el desgaste de la cotidianidad, se hubiera ido deteriorando progresivamente; o, por supuesto, la situación, tal vez, más dolorosa: un vínculo de pareja.
PAREJAS EN CRISIS, SORPRENDIDAS POR EL CONFINAMIENTO
De hecho, el coronavirus ha sorprendido a no pocas parejas en plena crisis de la relación. Las discusiones, las peleas, los conflictos e, incluso, los silencios y la incomunicación que antes del Covid-19 resultaban hasta cierto punto soportables gracias a la posibilidad de prolongar, con cualquier excusa, el tiempo que se pasaba fuera del hogar, ahora estallan en la cara de los cónyuges o amantes afectados, elevando hasta cotas insoportables su malestar anímico y emocional.
La controversia no es fácil de digerir. Al fin y al cabo, más allá del deterioro de su relación, estas personas siguen teniendo en común un patrimonio singularmente valioso: la casa que comparten, y, por supuesto, ninguno de los dos suele estar en condiciones de renunciar a un bien tan preciado. Por otra parte, en el caso de España pero también de otros muchos territorios, la instauración de las medidas de confinamiento se produjo de manera tan acelerada (la tarde antes, de hecho, aún se veía a ciudadanos tomando café tranquilamente en las terrazas de los bares) que la mayor parte de estas unidades de convivencia no dispuso del tiempo necesario para arbitrar alguna alternativa que hiciera posible eludir la proximidad de personas cuya compañía no desean.
Otra cuestión a tener en cuenta es la incertidumbre acerca de la duración del mandato de aislamiento. ¿Cuándo podremos, al fin, salir a la calle y recuperar la normalidad en nuestras vidas? Nadie lo sabe, ni siquiera los responsables políticos y sanitarios, y, en consecuencia, más lo desconoce todavía la población confinada. Esta falta de concreción sobre cuánto tiempo más habrá que soportar la actual situación añade más leña al fuego o, lo que es lo mismo, suma más inestabilidad psicológica y más dosis de conflictividad a las relaciones de convivencia forzada.
LAS RECOMENDACIONES DE LOS EXPERTOS
Sin embargo, no todo son malas noticias. Los expertos en psicología y en las claves para entender el comportamiento humano han empezado a elaborar documentos y manuales de gran utilidad terapéutica a la hora de extraer claves que permitan afrontar este tipo de situaciones y proteger el bienestar emocional de quienes se ven atrapados en un escenario domiciliario conflictivo, ya se trate de parejas o de otras fórmulas de vinculación personal.
A tenor de las recomendaciones facilitadas por psicólogos, coachings y terapeutas de todo el mundo que durante estas últimas semanas han profundizado en este tema, una posible compilación de las indicaciones más importantes para mejorar durante el periodo de confinamiento el clima de convivencia de una pareja en situación de crisis, abarca los siguientes puntos esenciales:
1.- Aparcar los conflictos. La permanencia durante la práctica totalidad de la jornada en el mismo espacio físico no constituye el escenario más plausible para resolver una crisis de pareja. Propiciar discusiones acerca de quién tiene la culpa del deterioro de la relación carece de sentido en una coyuntura presidida por una emergencia sanitaria, y en la que ambos componentes de la pareja han de hacer frente a un enemigo común: el coronavirus. A este respecto, el consejo de los expertos es que los cónyuges, novios o amantes aparquen sus diferencias hasta más allá de que la obligación de confinamiento desaparezca y las noticias sobre el Covid-19 inviten a un mayor optimismo. Por supuesto, los problemas de la pareja no se esfumarán por arte de magia solo porque se mantengan provisionalmente al margen del día a día de la relación, pero, sin duda, esta estrategia contribuirá a tranquilizar los ánimos y centrar todas las energías en afrontar los efectos colaterales de la pandemia. Como decía un sabio oriental, “los problemas que se presentan de uno en uno pueden solucionarse, pero los que llegan de siete en siete son absolutamente irreductibles”.
2.- Buscar ‘espacios’ en la casa de uso personal y restringido. Una de las grandes dificultades del confinamiento es la falta de reductos en los que los ocupantes de la vivienda puedan disfrutar al cien por cien, y sin ningún tipo de cortapisa, de su privacidad. Esto es así en cualquier situación de convivencia, pero más aun cuando durante la jornada no existen apenas momentos en que podamos distanciarnos en exceso del resto de ocupantes del domicilio. A este respecto, y en la medida que las dimensiones del piso o apartamento lo permitan, las parejas harán bien en llegar a un acuerdo sobre qué zonas o espacios han de quedar reservados al uso personal de uno de ellos, y a los cuales, por tanto, su compañero o compañera no podrá acceder. De esta manera, la pareja que mantiene una mala relación verá aliviada la sensación de opresión, si bien es un consejo que también resulta plenamente saludable para cualquier tipo de unidad de convivencia, incluso aquellas que no son en absoluto problemáticas o disfuncionales.
3.- Organizar conjuntamente horarios y tareas. En muchas ocasiones, cuando la relación de pareja toma derroteros de progresiva animadversión entre los cónyuges, es habitual que algunas de las tareas domésticas y cotidianas que, cuando los tiempos eran mejores, acostumbraban a compartir, pasen a ser desarrolladas por separado. Si antes, a los miembros de la relación no les importaba limpiar el aseo o la cocina aunque no hubieran sido ellos quienes lo hubieran ensuciado, cuando el temporal arrecia la forma de comportarse cambia radicalmente: “Limpia tu parte, que yo limpiaré la mía”, suelen repetirse quienes en su día se manifestaban amor y ahora se profesan, más bien, hostilidad. Sin embargo, con el confinamiento, esta perspectiva ha de cambiar necesariamente. Los expertos reiteran que una de las condiciones irrenunciables para que este período de enclaustramiento no afecte sensiblemente la estabilidad psicológica de las personas consiste en mantener un horario normalizado de actividades que, por supuesto, incluyan el aseo y la higiene en el hogar. Ahora, este reto ha de ser compartido por ambos componentes de la pareja, porque solo así podrán sobrellevar el confinamiento sin ser víctimas de actitudes de decaimiento, renuncia o dejadez que deterioren todavía más el entorno doméstico.
4.- Priorizar el bienestar de los hijos menores. Nos hemos referido hasta el momento a las parejas sin descendencia a su cargo. Pero, ¿qué ocurre cuando hay hijos menores de por medio? Pues, por supuesto, la situación se complica todavía más con un confinamiento. Ya de por sí resulta difícil que los pequeños entiendan con la misma capacidad de receptividad que un adulto la necesidad de permanecer aislados en la casa, sin contacto físico con sus amigos y compañeros y renunciando a las actividades y juegos que tanto les distraen. Si, además, estos menores conviven en unidades familiares donde persiste una mala relación de convivencia entre los adultos, las consecuencias sobre su evolución psicológica y emocional pueden llegar a ser devastadoras. De hecho, siempre es así cuando los hijos son testimonios directos de los conflictos entre los progenitores, pero la magnitud del problema se incrementa si la permanencia en el domicilio abarca, prácticamente, toda la jornada. En estos casos, es aún más necesario que la pareja establezca una tregua en las diferencias que les separan. Es imprescindible que ofrezcan a los niños un contexto de armonía y estabilidad que descarte por completo las peleas y conflictos.
En cualquier caso, para algunos especialistas, el confinamiento puede representar, incluso, una oportunidad para que una pareja en crisis recupere la sintonía personal que perdió en algún momento del camino. La necesidad de hacer frente a un desafío tan mayúsculo como una crisis sanitaria puede redundar en la reactivación de sentimientos de identificación y afinidad que parecían apagados. No obstante, aunque ello no suceda, y no se produzca el manido ‘happy end’ tras la tortuosa travesía del coronavirus, resulta vital que, por lo menos mientras se prolongue el confinamiento, las parejas sepan comportarse con madurez, y eso supone abonarse a las dos T (Tolerancia y Templanza) y a las dos P (Paciencia y Persistencia).