Cuando saltaron las alarmas frente al avance de la pandemia mundial, muchos tuvieron que tomar una decisión de dónde se iban a confinar. Quien pudo hacerlo en Menorca sabía que tendría la seguridad que otorga ser una isla. Con las conexiones cerradas o limitadas, el riesgo de expansión se redujeron en gran medida. Luego solo era cuestión de tiempo que se contuvieran los casos internos, como así ha sido.
De cara al futuro y ante posibles rebrotes, ya se conocen los protocolos que funcionan, se disponen de más medios y experiencia para contraatacar. Lo que no cambia es la sensación de seguridad que da Menorca. Por eso hay empresas y profesionales que podrían estar planteando cambiar su forma de trabajar e instalarse en la isla.
Además de seguir con sus oficios desde la distancia, tienen las bondades de una isla llena de motivos para disfrutar; paisajes, costa, servicios, naturaleza.
Un elemento que demuestra el interés por esta opción es la cantidad de peticiones de empresas y profesionales que se están interesando en la compra de viviendas en nuestro país. Son clientes del norte de Europa que buscan la seguridad de estos espacios y que les permita desarrollar esta doble vertiente; trabajar desde casa y disfrutar de un entorno de vacaciones al mismo tiempo.
Los datos estadísticos sobre la presencia de casos se coteja con la capacidad de respuesta que se ha tenido cuando la pandemia estaba en su punto más álgido. Si el resultado de la fórmula es óptimo, la demanda inmobiliaria para estos trabajadores digitales se dispara.
Frente a las opciones de complejos hoteleros donde se comparten espacios con otros veraneantes o una villa privada de lujo con piscina, el interés creciente por un espacio propio (más higiénico en apariencia) da más confianza a aquellos que plantean venir a Menorca para vivir/veranear/teletrabajar.