Se debe tener cuidado con pronosticar que el mundo laboral tal como la habíamos conocido ya está sentenciado a muerte gracias al teletrabajo. La pandemia del coronavirus nos ha mostrado que es posible un mundo en el que el peso de la presencia en las empresas sea menor, sin embargo, hay que ser cautos.
En primer lugar, las estadísticas demuestran que el teletrabajo no se reparte de manera equitativa entre los diferentes grupos socioeconómicos en España. Así, según una encuesta del Diario de Madrid, el 73% de las personas que cobran más de 5.000 euros mensuales han podido quedarse en casa, mientras que sólo el 13% de los que cobran entre 500 y 1000 euros han podido teletrabajar. En definitiva, el teletrabajo tiene un componente clasista que puede profundizar aún más la brecha entre personas con rentas diferentes.
En segundo lugar, a pesar de que durante el confinamiento hemos podido reconvertir algunos trabajos que se hacían en oficinas en trabajos que se hacen en casa, tenemos que preguntarnos si estamos ante un teletrabajo real. ¿Quién paga la electricidad que consumimos? ¿Y el material de oficina que durante estos dos meses se han pagado los trabajadores? ¿Las sillas para pasar ocho horas sentados? ¿La conexión a internet?
Son preguntas que, si de verdad avanzamos hacia un modelo de teletrabajo, debemos hacernos.
Finalmente, existe un tercer punto sobre el que reflexionar: la ciberseguridad. Durante el mes de marzo el total de ataques a sistemas remoto a ordenadores fue de 19 millones en toda España. Esto supone un pico que supera en mucho al registrado durante el mes anterior cuando, según Kaspersky, los ciberataques fueron 5 millones. ¿Podemos asumir este nivel masivo de agresiones virtuales en un modelo de defensa descentralizado?
.- Este es un artículo de www.tecnonews.info y AMIC para Menorcaaldia.com