¿Cómo valora los ataques contra la figura de fray Junípero en norteamérica?
Ha sido algo triste y sorprendente para todos, porque se han mezclado muchas cosas, que en algunos casos han derivado además en brotes violentos. En estas últimas semanas estamos viendo que cualquier figura que tuvo que ver con el colonialismo en siglos pasados, pasa ahora por el cedazo en Estados Unidos. Así ha ocurrido también recientemente con fray Junípero, tan significativo por haber sido el creador de California, que hoy está siendo igualmente cuestionado.
Estados Unidos está viviendo además hoy una situación racial muy complicada…
Es cierto. Pero mire, cuando recientemente mataron en Estados Unidos a ese joven de color, George Floyd, de inmediato hice ya unas primeras declaraciones condenando el racismo. Además, quiero recordar también que la Iglesia de Mallorca ha sido un ejemplo contra el racismo desde hace muchísimos años, porque siempre ha integrado a gente de otras razas y de otros pueblos. Le pondré un ejemplo concreto. Ahora mismo, en el Seminario, de 14 futuros sacerdotes, tenemos seis que son de Guinea y uno que es de Colombia. Desde nuestra Diócesis hay una apuesta muy clara por la integración.
¿Se solventó ya la polémica que hubo días atrás con la edil de Palma Sonia Vivas?
En Mallorca han confluido durante estos días dos hechos, la petición de diversos estudiosos de revisar históricamente la figura de fray Junípero y las declaraciones de Sonia como regidora, que se sumó a ese planteamiento diciendo que la estatua del santo en Palma se tendría que quitar, aunque fuera pacíficamente. En ese contexto, le propuse a Sonia hablar sobre esta cuestión, porque afectaba a un elemento religioso de nuestra cultura. Ambos tuvimos una larga conversación de dos horas el sábado, que fue muy interesante. Tras ese encuentro, ella hizo hincapié en la importancia del diálogo y la capacidad de poder llegar a un entendimiento, que al mismo tiempo sea pedagógico para el pueblo. Por mi parte, pedí que no perdamos el tiempo tirando imágenes, sino que sobre todo ayudemos a recuperar personas.
¿Qué balance provisional hace de sus dos años y medio al frente de la Diócesis?
Yo le sumaría el tiempo previo que estuve como administrador apostólico, que fue de un año y un mes. Para mí, el balance es positivo, en el sentido de que me siento muy acogido y querido aquí. Para poder trabajar te tienes que sentir bien con la gente. La verdad es que veo una comunidad humana con muchas posibilidades y también una comunidad cristiana que pasa por un momento en el que necesita ayuda y propuestas, así como también más cohesión y más comunión. Todo ello lo reflejé en una carta pastoral que publiqué a principios de este año. En la primera parte, en la introducción, exponía ya cuál era mi impresión. Diría que si bien veo muchos aspectos positivos, también soy consciente de que hay muchos aspectos a reformar y a transformar. Esa labor se puede hacer, no obstante, partiendo de una visión positiva, fundamentada en las ganas de construir. El mensaje del cristianismo es un mensaje de buena nueva y eso tiene que configurar mucho todo el trabajo que uno hace.
Desde nuestra Diócesis hay una apuesta muy clara por la integración
¿Cuál es la posición de la Iglesia de Mallorca con respecto a la lengua catalana?
He visto que existe aversión al catalán en una parte de la sociedad, cuando el catalán es nuestra lengua. El mallorquín es catalán de Mallorca, el menorquín es catalán de Menorca y el ibicenco es catalán de Ibiza. Aquí hay un problema que no es puramente cultural, sino también político. Ha habido personas que me han escrito y me han insultado en relación a este asunto. Y yo les he dicho que vinieran a hablar conmigo y les he hecho ver con claridad todo esto. Hay una forma de expresarse dialectal y coloquial, totalmente válida y digna, y otra específicamente literaria. Esto es tan sencillo y tan claro, que sólo una mente obtusa de una determinada tendencia no lo ve. Si a esto que defiendo le quieren decir progresista, que le digan progresista. Si le quieren decir nacionalista, que le digan nacionalista. Amo a mi tierra y a mi nación.
¿Cuál ha sido hasta ahora la respuesta a su reciente carta pastoral?
Cuando presenté la carta pastoral, en enero, expliqué que era una carta abierta y que deseaba que todo el mundo la siguiera escribiendo. Desde aquel primer momento, he recibido una cantidad inmensa de respuestas y de propuestas, lo que me ha llevado y me seguirá llevando a hablar con las personas y los grupos que me las enviaron. Una de las cosas que más me ha impresionado ha sido ver el interés que ha mostrado la gente sencilla en ese documento y en enviar sus propias aportaciones. El segundo paso que daré será responder en sentido estricto a todas esas propuestas. Como le he indicado, en esta carta pastoral quiero dar mucho protagonismo a todo el pueblo de Dios, es decir, a seglares, laicos, capellanes, religiosos y religiosas. Todos formamos un cuerpo y cada uno tiene una misión dentro de ese cuerpo.
Durante la presentación de la carta, reiteró que habrá “tolerancia cero” ante los casos de presuntos abusos…
Así es. Lo dice de forma muy clara la carta pastoral y lo sigo diciendo por activa y por pasiva. En el reciente presunto caso de abusos detectado en la parroquia de Sant Sebastià de Palma, nos hemos adelantado a la prensa, a la Justicia, a todos. Según establece el protocolo de la Iglesia, lo primero que hicimos en este caso tras recibir una denuncia objetiva fue pedir una investigación, apartar luego de todos los cargos pastorales a ese sacerdote y alejarle de la víctima. Ese modo de actuar no excluye, por supuesto, la presunción de inocencia. En cualquier caso, son situaciones muy dolorosas, como la de un padre que tiene que denunciar a un hijo suyo. Por último, quisiera recordar que desde la Iglesia hay siempre una oferta de ayuda a las víctimas. Como obispo, yo mismo me he reunido en diversas ocasiones con víctimas de presuntos abusos.
He visto que existe aversión al catalán en una parte de la sociedad, cuando el catalán es nuestra lengua
¿Cómo ha influido el coronavirus en la labor de la comunidad cristiana?
Hemos estado y seguimos estando al lado de la gente que sufre. Una cosa que muchas veces no sale en los medios es, precisamente, esa labor callada de la Iglesia al lado de los enfermos, de las familias de las víctimas o de quienes han perdido su trabajo. Nosotros, a través de Cáritas, hemos querido estar al lado de todo el mundo. Por otra parte, hemos de recordar también la labor de los sacerdotes en los hospitales, las clínicas o los cementerios. Es una labor que siempre ha hecho la Iglesia, pero que esta vez se ha intensificado mucho. En definitiva, estamos ante una situación completamente nueva, que todavía no ha concluido. Esto nos hace estar muy atentos a la realidad dura y difícil de cada día, atendiendo a las personas que nos piden acompañamiento psicológico, espiritual o de ayuda inmediata de recursos necesarios básicos para vivir.
¿Destacaría alguna otra posible circunstancia novedosa?
Diría que podemos ver esta situación actual como una oportunidad para ir a lo esencial de nuestra fe, para expurgar todo aquello que es superfluo o secundario. También destacaría, como novedad, que gracias a la televisión han podido seguir la eucaristía miles y miles de personas cada domingo. Eso nos ha dado una oportunidad para poder profundizar conjuntamente en lo esencial de la fe. La gente retenía cada cosa que decías y te la comentaba. Podría casi escribir un libro con los whatsapps que he recibido, tanto de enfermos como de médicos y enfermeras o políticos. De hecho, hemos estado muy en conexión con los responsables políticos, que debían dar también pautas de comportamiento. Para todos nosotros, el primer valor en estos momentos es la salud, no sólo la de las personas individuales, sino también la salud de todo el pueblo.
Cáritas ha seguido dando comida y ayudando a solventar situaciones inmediatas de gente que necesitaba ayuda
¿Cómo está siendo el trabajo de Cáritas en estos últimos meses?
Por una parte, Cáritas ha seguido dando comida cada día. Eso lo hemos hecho en coordinación con otras entidades, que también dan comida cada día y que no son estrictamente de la Iglesia. Al final, todos servimos a un mismo pueblo, desde perspectivas diferentes. Por otra parte, Cáritas está destinando cada mes miles de euros para pagar hipotecas y alquileres o para solventar situaciones inmediatas de gente que necesitaba una ayuda, pese a la progresiva disminución de sus recursos. Asimismo, desde el Obispado hemos cedido seis inmuebles para acoger a personas sin hogar. La mayoría de ellas habían estado pernoctando en polideportivos durante la pandemia. Estamos preparando, además, otros dos inmuebles más para cederlos para ese mismo fin, en Binissalem y en Muro.
Sin duda, es una tarea esencial…
Paralelamente hemos hecho unas gestiones con el Ayuntamiento de Palma para ofrecer unas instalaciones para mujeres maltratadas y sus hijos. Queremos dar respuesta a las necesidades, vengan de donde vengan. En ese sentido, añadiría que además de destinar recursos económicos y ceder edificios para los más necesitados, también es muy importante ofrecer un apoyo humano y espiritual, que mucha gente, a veces sin decirlo, también está pidiendo. Ese es uno de los aspectos nuevos que estamos descubriendo vinculados a la pandemia del coronavirus. Se está volviendo de nuevo al descubrimiento de la interioridad y de valores del espíritu, como la solidaridad, el amor o la empatía.
Las situaciones adversas, ¿hacen tambalear nuestras convicciones y nuestros objetivos o los refuerzan?
En mi caso, esta situación de crisis provocada por la pandemia no ha desviado el objetivo que tenía cuando me hice cargo de la Diócesis, sino todo lo contrario. Ya entonces pensaba en la necesidad de cambiar determinadas cosas y de ir a lo esencial de nuestra fe. En ese sentido, el coronavirus ha contribuido ahora a que revisemos muchas cosas a nivel personal y a nivel de proyectos colectivos y de conductas colectivas. Parar un poco siempre te hace repensar las cosas y te hace profundizar en aquellas que realmente han de ser perennes. Además, a nosotros se nos plantean también ahora situaciones nuevas, como por ejemplo cómo haremos las catequesis o las eucaristías.
Cada tarde a las ocho yo también salía a la ventana a aplaudir en reconocimiento del trabajo de los profesionales sanitarios
El estado de alarma ya ha acabado, pero el coronavirus sigue aún entre nosotros…
Sí, lo he dicho además a nivel de Iglesia. Nada ha cambiado, tenemos que seguir igual y con más intensidad de prevención si cabe. En estos momentos, hemos de extremar la prudencia y la prevención, porque ahora es cuando hay más peligro de posibles nuevas infecciones. En las iglesias seguiremos como hasta ahora, insistiendo en que hay que tener las manos limpias, mantener la distancia y llevar mascarilla. En la Seu, incluso se mira ya la temperatura al entrar. Dicho esto, me gustaría hacer un llamamiento sobre todo a la juventud, porque los jóvenes en general y también quienes quieren hacer fiestas se han relajado desde el final del estado de alarma, lo que puede provocar nuevos contagios entre la gente mayor. Hemos de pensar que esos jóvenes van a ver luego a sus abuelos, que no salen de casa, lo que supone un peligro de posibles infecciones.
¿Cumplir las medidas de seguridad es también una muestra de respeto hacia los profesionales sanitarios?
Sí, desde luego. Ellos han estado y siguen estando en primera línea para cuidar a los enfermos por el coronavirus, dando además literalmente la vida por nosotros en no pocos casos. Es una labor que debemos valorar, respetar y aplaudir. Cada tarde, a las ocho, yo también salía a la ventana a aplaudir. Alguna vez vi a algunas personas que aplaudían igualmente y que me saludaban. Algunas de ellas me hicieron fotos, sin yo saberlo, en donde se me ve aplaudiendo solo junto a la ventana. Como le decía, es importante que valoremos que ha habido gente que ha arriesgado mucho, también por ejemplo los sacerdotes que iban a los cementerios o que daban la extrema unción a personas enfermas.
(Una entrevista de Josep Maria Aguiló)