Primera historia. Día 22 de julio de 2020, 9 de la mañana. Policía Nacional. Sección DNI. Palma, en Mallorca, o en cualquier otra ciudad, pues se supone que la “nueva normalidad” rige en todas las comisarías. Pero no me ofrecen gel desinfectante ni tampoco lo veo.
Ahora tengo que teclear el número del DNI y dejar mis huellas en sendas pantallas que segundos antes han tocado otras manos y que acto seguido otras las volverán a tocar, pero no veo que nadie limpie cada vez esos centímetros cuadrados. ¿Miles de desinfecciones ausentes cada día? Pago 12 € y me dan el plástico con mi fotografía.
Segunda historia. Del 18 de marzo al 3 de junio de 2020. El Congreso, es decir, Madrid. Siete plenos para aprobar o prorrogar el Estado de Alarma. 28 diputados y diputadas de 11 grupos distintos hablaron en 193 ocasiones obligando al personal de limpieza a desinfectar la tribuna 169 veces porque a nuestros representantes solo les dio la gana hablar desde sus escaños 24 veces, a pesar de que la presidenta les había informado que varias personas como nosotras, de las que renovamos el DNI, les pedíamos que hicieran lo mismo que en las sesiones de control al gobierno, no subir a la tribuna para hablar.
Nos parecía muy poco edificante el espectáculo de personas como robots limpiando escalerillas y tribuna porque desde allí se crispa más y mejor que desde los escaños, tal como Casado afirmó, con otras palabras, quizás las más sinceras, al comenzar su segunda intervención en el pleno del 18 de marzo. ¿Qué tal un curso de respeto por el personal y la gente, solo para políticos?