A contrarreloj se están estudiando los datos y los posibles escenarios que se darán de aquí a dos semanas. La idea es que los niños vayan al colegio, los padres vuelvan a sus rutinas y que con gel, mascarillas y distancia de metro y medio todo vaya bien. Pero ese escenario peligra ahora con un considerable aumento de los casos de contagios en todo el país.
Como no por todas las zonas progresa igual y teniendo en cuenta que son las Comunidades Autónomas que deben ajustar los términos que se plantearon inicialmente desde el Ministerio de Educación, lo que queda por ver es si se podrán cumplir los criterios previstos o si habrá que adoptar otras medidas.
Esas otras medidas suponen complicar mucho el panorama. Si se pasa a un segundo escenario con ratios más pequeños (menos alumnos por aula) hay muchos centros que no van a poder reaccionar puesto que se necesitan más espacios que no hay y más profesorado que tampoco se tiene. Esto nos lleva a la solución de que los alumnos se queden en casa como en el confinamiento (todos o algunos) y aquí aparecen más problemas; ¿cómo se establecen los turnos de quién va y quien no? Si los padres trabajan fuera de casa ¿quién se queda con los niños?
Parte de la solución ya la pregonan con urgencia desde algunos púlpitos; frenen hoy mismo sus ansias de salir de casa. Si 14 días es el tiempo en el que asoma el COVID en caso de padecerlo, limitemos nuestras salidas, reuniones, socialización de final de verano.
Eso no ayuda en nada a la economía (o a parte de ella), pero garantiza un control de la situación de aumento de contagios. Si hoy tenemos esta curva ascendente de contagiados es porque se ha sido laxo en cuanto a las normas vigentes. ¿Podremos pasar dos semanas extremando las normas de prevención? Si podemos hacerlo habrá mayores garantías de que haya una vuelta al cole controlada.