“Yo era de los que defendía la necesidad de una aplicación de móvil como la del Radar Covid. Sin embargo, mi experiencia ha sido nefasta”. Esa es la opinión que le merece a Mario González, un joven operador bursátil de 30 años de edad, residente en Palma, el funcionamiento de un dispositivo que las diversas administraciones han presentado como un arma de gran eficiencia en el control y la prevención de la Covid-19.
Mario González tuvo conocimiento de su condición de positivo por Covid el pasado 15 de septiembre. Unos días antes, el viernes 11, había empezado a notar algunos síntomas que pudieran ser compatibles con una infección por coronavirus: fatiga, dolor de cabeza, tos y malestar general.
Preocupado, sobre todo después de notar que el cuadro sintomatológico se agudizaba a medida que transcurrían las horas, Mario optó por llamar al número de teléfono de InfoCovid (900 100 971), un servicio atendido por técnicos de emergencias sanitarias y enfermeras de la Central Covid en Baleares, y solicitar que se le practicase una prueba PCR. Sin embargo, como él mismo relata a mallorcadiario.com, la respuesta “fue negativa, porque, a su entender, no existían los requisitos necesarios para someterme al test”.
Aún así, ante sus sospechas cada vez más persistentes de que pudiera haberse contagiado, Mario optó por preconfinarse en su casa, limitando al máximo sus salidas a la calle, y gestionar la realización de un test que, finalmente, el martes 15 de septiembre, 24 horas después de practicárselo, sirvió para que desde su centro de salud de referencia se le confirmase que, en efecto, era positivo en Covid-19.
Tras mi positivo, a mi novia la alerta tardó cinco días en llegarle. A otro conocido, le llegó al cabo de ocho días. Y la mayor parte de personas próximas, ni siquiera recibieron el aviso
Dispuesto a afrontar un duro periodo de confinamiento, a la espera de que una futura prueba de detección pudiera determinar que había superado la infección, Mario tomó la decisión de comunicar su situación no solo a su entorno más próximo, sino también al resto de sus conciudadanos. Y hacerlo, concretamente, a través de la aplicación que los responsables políticos habían anunciado a bombo y platillo, y de cuyo papel supuestamente decisivo en el control de la pandemia tanto se había hablado: el Radar Covid.
Como se recordará, la función más importante de este presumiblemente innovador recurso tecnológico es que ofrece al titular de la línea telefónica la posibilidad de activar una alerta sobre su situación epidemiológica que otros usuarios de móviles recibirán si también han instalado la aplicación, siempre que coincidan dos requisitos concretos: que esas personas hayan estado a una distancia inferior a 2 metros de la persona infectada, y que ambos hayan permanecido en contacto durante un espacio igual o superior a los 15 minutos.
“NADIE SABÍA DECIRME CÓMO INSTALAR EL CÓDIGO”
Antes de su mala experiencia con el Radar Covid, Mario González era un firme defensor de este sistema y, de hecho, ya tenía instalada la aplicación en su teléfono móvil antes de que se le comunicase el diagnóstico. Posteriormente, tras recibir la notificación acerca de su contagio, trató de obtener información para proceder a la activación de la alerta.
Sin ni siquiera sospecharlo, Mario había iniciado un auténtico camino de obstáculos que relata en primera persona para mallorcadiario.com: “Cuando entras en el sistema para registrarte como positivo por Covid, el dispositivo te reclama un código de verificación. Le solicité a la rastreadora que me llamó para darme cuenta del protocolo que me resultaba de aplicación tras el diagnóstico, que me indicase cómo introducir el código. Me respondió que no era cosa suya, y que no manejaba este tema. Posteriormente, llamé al centro de salud. Tampoco pudieron aclararme nada. Seguí intentándolo, y, al fin, a la cuarta llamada, un profesional del InfoCovid me hizo llegar las instrucciones pertinentes, y, además, me reconoció que el Radar es competencia de este servicio. Lo digo porque, en otras conversaciones anteriores, me habían dicho lo contrario”.
Una vez con las instrucciones en su poder, Mario se dispuso a introducir el código, y su sorpresa fue que el texto de una de las pantallas recogía una pregunta, a la que el usuario debe contestar, escrita en inglés. El joven explica que a él no le “importó, porque hablo y entiendo esa lengua perfectamente. Pero tal vez no sea así en el caso de todas las personas que utilizan la aplicación, y existe el riesgo de que alguna de ellas se equivoque al responder a las preguntas, o, simplemente, que se quede a la mitad del proceso y desista de continuar con el mismo”.
CINCO DÍAS PARA QUE LA NOTIFICACIÓN LE LLEGASE A SU CONTACTO MÁS PRÓXIMO
Barreras idiomáticas al margen, Mario pensó que el registro de su caso en el Radar Covid obraría efectos a muy corto plazo, y que de forma inmediata las relaciones más próximas dadas de alta en el sistema recibirían la correspondiente alerta en torno a la situación epidemiológica de su contacto estrecho. Nada más lejos de la realidad. Como relata el propio Mario, a su novia, con la que convive, “la alerta tardó cinco días en llegarle. A otro conocido, le llegó al cabo de ocho días. Y la mayor parte de personas próximas, ni siquiera recibieron el aviso”.
Un ejemplo claro de la ineficiencia del Radar Covid a la hora de extender las alertas sobre casos positivos es que unos amigos de Mario, con los que compartió un almuerzo apenas dos días de que se le comunicase la infección, tenían, como cuenta el joven, “todos los números para recibir la alerta, porque alguno de ellos es usuario activo en el sistema y estuvimos juntos varias horas, con nuestros dispositivos móviles prácticamente pegados sobre la mesa del restaurante. Evidentemente, si el funcionamiento del Radar respondiese a las características que se nos han anunciado, estos amigos hubieran tenido que recibir la alerta, ya que, teóricamente, el sistema contempla la comunicación retrospectiva de los contagios, al menos hasta un periodo de tiempo concreto. Nada de eso sucedió: ninguna de mis amistades recibió comunicación alguna”.
EL DISPOSITIVO DEJA DE COMUNICARSE CON OTRAS TERMINALES
Otro aspecto de este recurso tecnológico que ha provocado la extrañeza de Mario es que “una vez cumplimentado el registro como paciente positivo, el dispositivo deja de comunicarse con otras terminales. Es decir, ya no emite ningún tipo de comunicación sobre el estado epidemiológico del titular del servicio”. Mario no entiende de ninguna manera esta interrupción abrupta de las alertas, dado que, siguiendo su exposición, “precisamente es en el momento en que el contagio se halla activo cuando el Radar puede ofrecer una prestación más útil a nivel de salud pública”.
Posiblemente, el motivo de la desconexión tiene que ver con la suposición de que el paciente activo está cumpliendo a rajatabla las disposiciones del protocolo sanitario y, por tanto, se halla convenientemente aislado en un entorno seguro y sin mantener ningún tipo de relación social. Así fue en el caso de Mario, pero, como él mismo advierte, “no todo el mundo demuestra el necesario sentido de la responsabilidad, y, por tanto, en teoría, un positivo por Covid que vulnera el protocolo de confinamiento y sale a la vía pública, se cruzará con otras personas sin que éstas puedan tener conocimiento de que, en algún momento, se han hallado expuestas a una posible infección”.
EL SISTEMA NO PERMITE DAR DE BAJA EL POSITIVO
Mario González se ha recuperado satisfactoriamente de su proceso de coronavirus. Ha negativizado el virus, y el pasado 29 de septiembre se le concedió el alta médica. Incluso, en un test posterior, se le confirmó que había desarrollado anticuerpos que preservar su inmunidad frente a futuras infecciones. Sin embargo, en el sistema operativo del Radar Covid, sigue constando como un usuario positivo.
El motivo, como explica Mario, es que “no hay manera de desactivar la alerta. Pregunté a varios responsables sanitarios cómo hacerlo, y no supieron indicarme la manera. Finalmente, un informático me comunicó que la anulación del positivo es inviable. La única alternativa consiste en desinstalar la aplicación y volverla a instalar, partiendo de cero. De momento, todavía no lo he hecho”.
“¿Que si seguiría recomendando el Radar Covid a amigos y conocidos, como hacía antes? Hombre, mejor es tener esto que no tener nada, pero, desde luego, les haría una advertencia muy clara acerca de este sistema: ‘No esperéis demasiada ayuda’. Y no solo por todas las disfunciones operativas que he relatado, sino también porque la efectividad del procedimiento depende de que los pacientes positivos acepten, voluntariamente y, por supuesto, de manera anónima, activar la alerta. Si tan solo un pequeño porcentaje de usuarios lo hace, la utilidad del Radar Covid es, como mínimo, discutible”.