Apenas hay vuelos. Las maletas han dejado de rodar y el suelo de la terminal de salidas brilla con un reflejo espectacular. Las sillas del bar se amontonan patas arriba. La cafetera está apagada. Nadie detrás de la barra, nadie delante. La Covid-19 ha arrasado con el Aeropuerto de Menorca, que ha perdido gran parte de los servicios de bar y cafetería que ofrecía antes de la pandemia. Ha cerrado el local de salidas, pero también el de llegadas. No hay oferta alguna para el viajero que llega a la Isla. Nadie puede beberse un café mientras espera que llegue el autobús, el amigo o familiar que viene a recogerlo. El paisaje es triste, más de lo habitual en estas fechas. Los servicios están al mínimo. En salidas, después de facturar y pasar el control del primer piso, solo hay disponible una cafetería. La zona en la que habitualmente se ejecutaban los embarques de los vuelos nacionales, está clausurada. Y el espacio de los viajes internacionales está casi desierto. Apenas una tienda abierta y un bar para tomar algo. Poco más. La oferta es muy pobre. Air Europa y Air Nostrum han reducido frecuencias en los vuelos interislas, los de mayor actividad junto a los trayectos con Barcelona. Los aviones procedentes de destinos internacionales, los pocos que todavía operan, llegan semivacíos. El silencio se abre paso en un aeródromo que ha perdido gran parte de su vida. Las restricciones para los acompañantes que llegan al aeropuerto a recoger a los viajeros, la caída de las frecuencias, el descenso en el número de pasajeros, el rigor de un verano sin apenas turismo… El coronavirus ha herido de gravedad al aeródromo de Maó, meses después de cumplir sus 50 años de existencia. |