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“Violencia de género y otras violencias”

Un artículo de Enrique Arias Vega

"La más silenciosa de todas estas violencias, quizás porque es también es la más insidiosamente retorcida, es la que se ejerce sobre las personas mayores".
"La más silenciosa de todas estas violencias, quizás porque es también es la más insidiosamente retorcida, es la que se ejerce sobre las personas mayores".

No voy a hablar específicamente de la violencia de género, porque es un tema recurrente que también bajo la denominación de violencia machista domina el panorama del abuso cruel y hasta fatal del fuerte sobre el débil.

Ése sólo es el común denominador de muchas violencias que existen nuestro entorno y, en el caso de la de género, ésta ha consumido miles de páginas y millones de euros sin conseguir paliarla o mitigarla ante la bajeza de los especímenes crueles de la condición humana que la practican.

Pero hay otros tipos de acoso, desde bullying escolar —novatadas universitarias incluidas—, hasta el laboral, pasando por el generacional, más inadvertido, pero que también supone un ensañamiento y hasta un crimen basándose en una posición dominante de quien lo ejercita.

En la violencia sobre los menores —incluida, por supuesto, la de los padres sobre sus hijos— existen afortunadamente una serie de protocolos para detectarla cuando se quiere encubrir bajo la forma de accidentes u otros percances involuntarios. Pero se produce, según los expertos, mucho más de lo que se evidencia, siempre del mayor sobre el menor, salvo en casos precoces de niños psicóticos en los que también sucede a la inversa.

La más silenciosa de todas estas violencias, quizás porque es también es la más insidiosamente retorcida, es la que se ejerce sobre las personas mayores y más concretamente por unos hijos que se aprovechan de la indefensión de sus padres.

Este abuso que toma las veces la forma de abandono se ha corroborado especialmente desde que se ha instalado entre nosotros el coronavirus. No es de extrañar, por eso, que se hayan multiplicado exponencialmente los testamentos en que unos progenitores ancianos quieran desheredar a unos vástagos desagradecidos. No es un remedio a su situación, claro está, pero la decisión tiene un carácter punitivo que quizás produzca algún consuelo.

Debido a toda esta panoplia de violencias en el ámbito doméstico, social o laboral, la existencia de la horrible plaga de la violencia sexual no debería hacernos olvidar que esas otras conductas perversas que también existen y que merecen asimismo la contundente reprobación social.


Comments (2)

  1. … a resaltar también la hipocresía de una sociedad al no señalar a la iglesia, por poner un ejemplo evidente, con su machismo, su misoginia enfermiza, su discriminación contra las féminas, su “estaréis juntos hasta que la muerte os separe” tutelado por la iglesia… y también la tontuna del síndrome de Estocolmo que muchas féminas padecen cuando se arriman a esa secta sabiendo cómo son y cómo las tratan… llegando incluso a desheredar a sus propios hijos y dejando que el patrimonio familiar acabe, mira por dónde, en manos de las parroquias, que muchas veces les doran la píldora hasta sus últimos alientos con la zafia pretensión de apropiarse de las herencias de muchas devotas files de esa misma secta que las desprecia… ese es el ejemplo evidente de maltrato a mujeres unido a maltrato a nuestros mayores, todo en uno, y encima ese bulling se agrava con incautación de bienes

    1. Impecable (cachis) comentario, que suscribo. Es obvio que lo mas obvio de la acción de la Iglesia es invisible para una buena parte de la sociedad española que ya no es que no lo vea normal, es que no lo ve si quiera. Por ejemplo, que parezca un “derecho” el financiar una escuela concertada (básicamente católica) que luego cobra un buen dinero a los padres para crear un muro económico que promueve el elitismo de las clases con mas recursos sobre los más desfavorecidos (vamos, igualito que el mensaje de Jesús…pura hipocresía).

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