La Cladocora caespitosaes es la única especie de coral endémica del Mediterráneo capaz de formar construcciones y está en peligro por varios factores como la contaminación o el calentamiento global. Los estudios previos en la costa catalana que se han venido realizando por parte de la Universidad de Barcelona ha demostrado una regresión en los últimos años. Por eso es tan importante conocer la localización de este tipo de coral en el marco de la Reserva de la Biosfera de Menorca. Desde que el ámbito no sólo acoge el territorio terrestre, los investigadores y ambientalistas han puesto su atención en la riqueza natural marina.
Los arrecifes de coral se encuentran entre los ecosistemas más productivos y de mayor diversidad biológica del planeta. Albergan una gran cantidad de especies y proporcionan numerosos bienes y servicio, tales como alimento, actividades recreativas o protección de la costa frente a la erosión al actuar como amortiguadores físicos de corrientes oceánicas, tormentas y oleaje. Los corales viven muchos años y ayudan a datar cambios en la biodiversidad del medio en el que se encuentran. Los corales se pueden encontrar en forma individual o en colonias aisladas.
La pesca furtiva causa importantes pérdidas en las colonias de otro tipo de coral; el de color rojo (Corallium rubrum). En las costas de Menorca también existen evidencias de esta especie y urge motivar las figuras de protección para evitar la incidencia de hasta el 60% de pérdidas que la pesca furtiva ha provocado en las Islas Medas (costa de Girona).
En la antigüedad, griegos y romanos explotaban el coral rojo para utilizarlo en joyería, un interés comercial que hoy en día aún se mantiene. El coral es un organismo muy frágil y vulnerable, con una tasa de crecimiento muy lento, de entre 0,3-0,5 mm de diámetro al año. En la cuenca del Mediterráneo occidental, la situación de las colonias es bastante similar, con tallas muy pequeñas.