El cero centró mi último ‘abrazo de sal’ y ahora le doy vueltas al uno. Se cumple un año desde la aprobación del estado de alarma, doce meses en los que se han ido multiplicado los sectores descontentos con la gestión de la pandemia. Docentes, peluqueros, hosteleros, hoteleros, ocio nocturno, eventos, músicos, teatros, cines, gimnasios, artistas, comercio tradicional…
Mi duda sobre si hay un sector que apruebe incondicionalmente las medidas adoptadas por las autoridades político-sanitarias desde que el SARS-COV-2 irrumpió en nuestras vidas, se matiza ante la tímida reacción expresa- la implícita, el incumplimiento, va a tomar carta de naturaleza– ante las que se mantienen en Menorca, isla que está en nivel 1 de riesgo, con un único paciente hospitalizado en planta y 1×10 casos activos.
Pese a las cifras, no hay entre las medidas impuestas ni una sola que responda a específicamente a la situación económica, sanitaria y social de Menorca, no hay ni una medida que no sea una adaptación arbitraria de las previamente determinadas con carácter general cuando se decidió un sistema de semáforo de riesgo, que, como todos los semáforos, se salta cuando uno -en este caso nuestros gobernantes-quiere.
Ni una sola medida específica. P…migajas. Migajas como las que atraen a los pajaritos en las terrazas. P…porque las pagaremos con sacrificios que permitan mantener el nivel de ayudas y prestaciones y con negativas cuando vayamos a pedir a la Administración que supla la iniciativa privada que sustenta en parte el tejido asociativo, deportivo y cultural de Menorca y deberá dejar de hacerlo porque los números no le salen.
El miedo, la arbitrariedad y falta de especificidad en relación a las medidas de protección perpetúan la ficción de la incidencia cero, irreal al responder a unas restricciones que asfixian el contacto social y el tejido económico, y nos hace volver a perder una oportunidad de comprobar como se comporta el virus abriendo un poco más la mano antes de que Menorca se llene de visitantes en la próxima Semana Santa, período para el que no queda ya ni un solo billete para venir desde Madrid.
Un año de pandemia, un puñado de aciertos y un sinfín de errores de los que no acabamos de aprender. Más que cero. Pero poco.
… creo que va siendo hora de denominar esa tontería de “semana santa” como lo que es, el PERIODO VACACIONAL DEL MES DE ABRIL, sin santa ni narices, ya hemos comprobado que, pandemia mediante, nadie echa en falta las celebraciones de la secta católica ni su particular desfile del orgullo… iremos para dos años sin procesiones de patíbulos molestando en las calles públicas, qué descanso, y tampoco ningún cofrade se ha hecho el harakiri pese a hacer amenazado con ello… todo quejicas de boquilla… no necesitamos las ceremonias religiosas, todo el mundo se está dando cuenta de ello… y no pasa nada…
Fomentar el miedo del miedo pandemico cuando sólo un 2,8% de los humanoïdes lo afrontan…clama a “rebelión” sea “Uno” a los valientes.