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“Tras Covid y Brexit, debemos atraer trabajadores europeos para ser la Suiza del Mediterráneo”

Amedeo Spadaro, profesor de Economía de la UIB

Otras posibilidades productivas.
Otras posibilidades productivas.
Spadaro ve posible atraer expertos en finanzas hasta las Islas como alternativa económica al sector turístico. (Foto: MALLORCADIARIO)

Amedeo Spadaro (Susa, Italia, 1970) es conocido por su labor como profesor de Economía de la UIB. Persona afable y tranquila, Spadaro ve posible salir de la actual crisis provocada por la pandemia del coronavirus, del mismo modo en que con anterioridad se dejaron atrás otras crisis. “No me gusta ser apocalíptico”, recalca.

¿Hay alternativa al turismo en Baleares?

La respuesta a esa pregunta sería que no hay alternativa al turismo, pero que sí hay la posibilidad de conjugar el turismo con otro tipo de sectores productivos. Por tanto, no hay que reemplazar al turismo, pues el turismo debe de seguir siendo uno de los motores principales de la economía balear, pero no el único.

¿Hay algún otro sector productivo que podría generar tanta mano de obra como el turismo?

Hay que partir de la base de que la mano de obra es heterogénea. Así, hay trabajadores con determinados perfiles y trabajadores con otros perfiles. En Baleares, hay una preponderancia grande de determinados perfiles de media o baja calificación. Eso es debido, obviamente, al tipo de demanda de trabajo que proviene del sector turístico tal y como está estructurado ahora. Contar con otros sectores productivos no añadiría más demanda de trabajo, sino probablemente una demanda distinta en relación al tipo de trabajadores requeridos.

¿El sector de las nuevas tecnologías podría ser una buena opción?

Bueno, está claro que la demanda de trabajo en el sector de las nuevas tecnologías no es la misma que la que viene de un hotel o un restaurante. Probablemente, es muchísimo más cualificada. Es evidente que esa circunstancia cambiaría el tipo de demanda, pero probablemente el número de trabajadores en porcentaje sobre el total no superaría al del sector turístico. Como le comenté hace un momento, creo firmemente que el sector turístico ha sido, es y será el motor principal de la economía balear.

“El turismo debe de seguir siendo uno de los motores principales de la economía balear, pero no el único”

Más allá de las nuevas tecnologías, ¿hay otras posibilidades?

El sector de las nuevas tecnologías es un sector emergente, relativamente nuevo con respecto a los sectores tradicionales, si bien ya consolidado. Pero está claro que hay otros sectores que podrían echar raíces aquí en Baleares.

¿Por ejemplo?

Por ejemplo, el sector de las finanzas. Piense que con el Brexit y con el Covid, la “City” de Londres —uno de los distritos financieros más importantes del mundo— está desapareciendo. Las personas físicas y las instituciones que estaban en la “City”, que trabajaban allí y vivían allí, ahora ni trabajan allí ni viven allí. Entonces, por qué no pensar en Baleares como una Suiza del Mediterráneo. Se trata de ser estratégicos y de ofrecer buenas condiciones de trabajo y buenas condiciones fiscales. En cambio, sería una locura pensar en apostar por el sector de la industria pesada o por otros sectores tradicionales, que requieren grandísimas inversiones y que producen bienes y servicios que después hay que exportar físicamente. Esa última circunstancia supondría para Baleares una gran desventaja competitiva por los costes de transporte que debería afrontar.

¿Podremos aguantar una hipotética segunda temporada sin turismo?

No soy un experto en contabilidad del sector hotelero ni conozco sus datos, pero algunas visiones me parecen muy apocalípticas. Las personas que afirman que no podremos aguantar un segundo año sin turistas, ¿qué quieren decir, que se hundirá la isla? Discursos así no nos conducen a ningún sitio. Además, no es lo mismo el pequeño empresario que tiene por ejemplo un bar, que una gran cadena o que el hotelero pequeño o mediano que tiene un hotelito familiar. La situación es muy diferente para cada uno de ellos. Las grandes cadenas han ganado muchísimo dinero en los últimos treinta años, por lo que tienen unas espaldas sólidas y más que suficientes para aguantar uno, dos o más años sin tener que tomar decisiones drásticas. En cambio, el pequeño y mediano empresario tiene muchísimos más problemas de aguante en una crisis a largo plazo.

“Las ayudas deben repartirse sin criterios subjetivos, sin criterios políticos en el peor sentido de la palabra, sin clientelismos”

Es una situación compleja, sí…

En cualquier caso, no hay que olvidar que España es un país en donde el sistema de protección social funciona. Lo podemos criticar por sus ineficiencias o por su mal funcionamiento, pero existe y cubre a muchas personas.

¿Cree que las ayudas que se han dado o que se darán desde las instituciones son suficientes?

En general, cuanta mayor disponibilidad de dinero hay, mejor para la economía, la sociedad, la gente, los trabajadores y los empresarios. Pero vivimos en un mundo de recursos escasos, en el que el concepto “recursos infinitos” no existe. A partir de ahí, nuestra reflexión debería centrarse en la tarta total —dinero— de que dispondrá España gracias a los fondos que le llegarán desde Europa para hacer frente a la crisis ocasionada por el Covid-19. Esa tarta se repartirá entre las comunidades autónomas y la pregunta que deberíamos hacernos es si se repartirá con criterios que son justos, eficientes y que responden realmente a las verdaderas necesidades de cada comunidad o si se repartirá en base a otros criterios. En ese sentido, pienso que el reparto debería hacerse en función de unos criterios económicos y sociales lo más objetivos posibles.

¿Deben primar entonces sólo los criterios objetivos a la hora del reparto de las ayudas?

Así es. Por ello, la subjetividad debería quedar reducida al mínimo, porque cuando hablas del reparto de tartas a este nivel, la subjetividad normalmente significa política, en el peor sentido de la palabra, así como también clientelismo. En cambio, si un reparto de ayudas responde a indicadores y criterios lo más objetivos posibles, siempre es bienvenido, y lo que toca, toca. Dicho esto, es importante no sólo acordar cómo se reparte el dinero, sino también vigilar luego cómo se gasta, porque me pueden mandar a lo mejor 1.000 millones de euros y yo irme con ellos de crucero —ironiza—, o me pueden mandar tal vez 500 millones y yo ayudar a empresas, trabajadores y familias. Prefiero el segundo escenario que no el primero.

¿Es mejor dar ayudas directas o decantarse por otras opciones?

La mejor opción es un “mix” de instrumentos, que englobe desde las ayudas directas hasta los préstamos, las acciones públicas que tienen impacto sobre las colectividades o las campañas de promoción. Cuando los problemas son multidimensionales, los instrumentos para solventar esos problemas deben de ser también multidimensionales. Un solo instrumento no te va a solucionar dos problemas. Hacen falta dos instrumentos para resolver dos problemas, o diez instrumentos para solucionar diez problemas. En el caso que nos ocupa ahora los problemas son multidimensionales, por lo que las políticas óptimas deben ser igualmente multidimensionales.

“Lo que nos tiene que preocupar es cómo está hoy el último escalón social, que abarca entre un 10 por cien y un 15 por cien de la población”

¿El actual sistema de servicios sociales puede evitar un hipotético estallido social?

Bueno, creo que el contrato social español funciona bien, protege bien a los ciudadanos y garantiza un mínimo nivel de bienestar, que es digno si lo comparamos con otros muchos países. Así, no veo por ejemplo que los italianos estén mejor que los españoles en promedio. España no es distinta de la mayoría de otros países europeos ricos. Lo que nos tiene que preocupar ahora en Europa no es el bienestar del ciudadano medio, porque es alto, aunque pueda bajar un poco. Lo que nos tiene que preocupar es cómo está hoy el último escalón social, que abarca entre un 10 por cien y un 15 por cien de la población. Hay que vigilar que los pobres no bajen por debajo de un nivel mínimo, que ya haría a España un país del Tercer Mundo. Ahí está el punto. Yo creo que en esto España podría hacerlo mejor, pero tampoco lo hace tan mal.

¿Piensa que la economía se podría ya normalizar en uno o dos años?

Los tiempos de la voluntad individual nunca son los tiempos de la economía como sistema global. Las crisis persisten en el sistema económico mucho tiempo, y cuanto más graves son, más tiempo persisten. Si uno analiza los datos sobre los últimos doscientos años, descubre que hay ciclos, unos en que se sube mucho y otros en que hay crisis, para volver luego a subir. Después de la noche, viene siempre el día. Y una de las cosas positivas de las noches es que hacen que la gente aprenda cómo generar energía e iluminarse en la oscuridad. Esta es una idea de Joseph Schumpeter —reconocido economista del siglo XX—, no mía —sonríe—. En definitiva, el sistema siempre se recupera, porque siempre hay personas que son brillantes, tienen ideas y luchan.

¿Podemos ser entonces relativamente optimistas?

Efectivamente. Estoy segurísimo de que de esta crisis del Covid-19 están surgiendo nuevas ideas, nuevos productos, nuevos bienes y nuevos servicios que quedarán aun después de que acabe la pandemia. Por eso soy positivo, porque la historia nos enseña esto. La humanidad ha atravesado crisis muchísimo más graves en términos económicos y sociales que la que estamos sufriendo ahora. Además, en aquellas crisis previas el entorno era distinto y los mecanismos de protección social no existían. Por otra parte, en la actualidad la capacidad de producir riqueza, aun a pesar de la crisis, es elevadísima. Es cierto que el PIB se ha reducido, pero no se ha puesto a cero.

“Estoy segurísimo de que de esta crisis del Covid-19 están surgiendo nuevas ideas, nuevos productos, nuevos bienes y nuevos servicios que quedarán aun después de que acabe la pandemia”

¿No es esta entonces la peor crisis que hemos vivido?

No, no lo es, pues ha habido otros momentos de la historia contemporánea del mundo en que las crisis han sido muchísimo más fuertes. Basta pensar por ejemplo en las dos guerras mundiales, el Crack de 1929 o la crisis del petróleo de los años setenta. La gente no se acuerda de ello, porque han pasado ya muchos años.

 

.- Este es un artículo de Josep María Aguiló y Mallorcadiario para Menorcaaldia.com.


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