Seguramente, casi todos hemos soñado en alguna ocasión con llevar una vida un poco diferente a la que quizás llevamos ahora o a la que previsiblemente llevaremos en el futuro. Así, hay quienes sueñan tal vez con disfrutar de una vida un poco más aventurera y hay quienes, en cambio, soñamos con tener una vida posiblemente algo más retirada.
En mi caso, desde joven he tenido la ilusión de poder recorrer algún día, paso a paso, algunas de las tierras que conforman España. Por ello me gustan tanto los ensayos literarios de Miguel de Unamuno, Azorín o José Ortega y Gasset centrados en esa temática, o los libros de viajes de Josep Maria Espinàs. Y por ese motivo me gustaba igualmente mucho el programa de Televisión Española «Un país en la mochila» (1995-2000), que conducía con maestría José Antonio Labordeta.
Siempre me cayó muy bien ese polifacético artista y escritor aragonés, así que cuando hace unos años falleció, sentí esa pena y esa tristeza que sentimos siempre por las personas que no hemos conocido personalmente, pero que admiramos por su manera de ser, por su honestidad, por su trabajo y por sus ideales humanistas.
En los diversos episodios de «Un país en la mochila» que a lo largo de varios años pude ver, recuerdo que Labordeta escuchaba más que hablaba, lo cual siempre me ha parecido un signo de tolerancia, de respeto y de inteligencia. «No me pertenece el paisaje,/ voy sin equipaje por la noche larga,/ quiero ser peregrino por los caminos de España», decía una de las canciones más hermosas de otra persona que también admiro muy profundamente, la cantautora Cecilia.
Y así era Labordeta en aquel programa, un peregrino que, con su mochila siempre a cuestas, nos mostraba un país que normalmente no suele salir en televisión, un país aún mayoritariamente rural en muchas zonas, de gente humilde y trabajadora que con su esfuerzo callado y anónimo contribuye a que no todo nos parezca a veces tan gris cuando miramos a nuestro alrededor.
Es posible que haya quien recuerde a Labordeta únicamente por un enfrentamiento verbal muy puntual que tuvo hace unos años con unos pocos diputados del PP, cuando estaba hablando desde la tribuna del Parlamento en representación de la Chunta Aragonesista. Mi recuerdo de él va mucho más allá de esa pequeña anécdota y abarca también con admiración su vertiente como cantautor y como poeta. En mi país ideal, en el que sueño desde que era un niño y en donde es posible poder vivir y convivir armoniosamente y en paz sean cuales sean nuestras ideas y nuestras creencias, estaría y estará siempre José Antonio Labordeta.