Mientras que nos lamentamos la mayor parte del año por la falta de turistas que mantengan la economía del sector servicios en marcha, al llegar agosto constatamos que hay tanta gente que no reconocemos la Menorca que queremos. No es un problema nuevo. La fuerte estacionalización turística marca los dos paisajes antagónicos. Mientras que los mercados coincidan en que agosto es su mes predilecto para hacer sus vacaciones y que quieran hacerlas en nuestra isla, poco cambiará.
El conseller de medi ambient del Consell Insular, Josep Juaneda, reconocía que los extremos a los que se llega en estos días no es sostenible y que no se descartan medidas que incentiven que los turistas escojan otras fechas para visitar la Isla. Los recursos de todo tipo se ven al límite en un mes al año. La imagen turística no concuerda con lo que ofrece Menorca en cuanto a tranquilidad y disfrute del contacto con la naturaleza porque hay un incremento muy marcado que provoca la falta de vehículos de alquiler, la falta de espacio en las principales playas, la falta de opciones para consumir en los restaurantes porque está todo lleno,…
Los restauradores y hoteleros ven su ocasión de trabajar a toda máquina, siempre y cuando tengan el personal suficiente para hacerlo puesto que también faltan manos para trabajar. Algo que no pasa el resto del año cuando se produce casi todo lo contrario.
Las fórmulas que limitan la entrada de turistas en un destino no son nuevas. Recientemente, Formentera puso veto a la entrada de vehículos a la isla. Solo pueden circular aquellos que tengan permiso. Para los demás, no está permitido bajo pena de multas que van de los 1.000 a los 10.000 euros. De esta manera se descongestionan las carreteras y se incentiva el parque de alquiler de vehículos, entre los que aumenta paulatinamente la opción de eléctricos.
En lugares como Denver (EEUU), se les ocurrió que podían limitar el número de coches que circulaban para evitar la contaminación impidiendo que los coches de color negro salgan a la calle un día determinado de la semana. En otros lugares y por el mismo motivo no dejan circular a los coches con según qué número acaba la matrícula, como en Londres o en Filipinas.
Por extraño que resulte, hay cada vez más ciudades que buscan fórmulas para limitar la circulación. Los próximos juegos olímpicos de París son una buena manera de implementar políticas que quieren pacificar el tráfico en el centro de la ciudad y donde se espera que la opción eléctrica aparque (nunca mejor dicho) a los vehículos que utilizan combustibles fósiles.
Menorca está en la encrucijada; ¿se puede limitar el aforo de visitantes a la Isla sin perder negocio? Y, en todo caso, ¿tenemos los recursos para afrontar las puntas de afluencia de visitantes sin perder nuestras señas de identidad?
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