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“El amor: dolor y goce”

Un artículo de Jaume Santacana

"Avanzada la relación (muy intensa, aunque breve en el tiempo) aparecen problemas que se convierten en problemas".
"Avanzada la relación (muy intensa, aunque breve en el tiempo) aparecen problemas que se convierten en problemas".

Hace mucho tiempo que había soñado con escribir unas lineas sobre el amor. Lo cierto es que mi edad ha ido subiendo dígitos de manera harto escandalosa y he acabando certificando aquello de “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” para convertirlo en un pecaminoso “no dejes para hoy lo que no podrás hacer mañana”. Triste, sí.

Y me he dicho: ¿qué puedo decir del amor? Seguramente nada interesante; justo lo que he ido escribiendo hasta el momento.

Como todo buen periodista, he ido a buscar las fuentes; me he querido documentar sobre el tema de manera seria y profesional. ¿Con qué me he encontrado? Nada de nada. He revisado las hemerotecas para ver y entender qué decían los periódicos de los últimos dos siglos y no he encontrada nada interesante: las noticias no llevan amor; me he ido a la filmoteca y me he revisionado miles de cintas, esperando encontrar alguna escena de amor entre la infinidad de películas de toda la historia cinematográfica desde el cine mudo: nada de nada; me he leído -así, por encima- todas las obras de la literatura universal desde la Biblia de Gutemberg: ninguna mención a nada relacionado con el amor; en el terreno musical, he ahondado en todo aquello referente a la llamada música clásica y a la ‘moderna’ (la contemporánea no me interesa): ni una partitura en la que la melodía trate sobre el amor ni en que las letras de las canciones se centren en ello. En ninguna canción de los últimos cien años no aparece para nada la palabra ‘amor’; lo mismo con poetas y trovadores, entre griegos, romanos, incas, vikingos…

Fracasado y desesperado, voy y me lanzo, personalmente, a un ejercicio de investigación que me conduzca a algún conocimiento, de primera mano, que me permita escribir cuatro párrafos sobre el amor.

A través de un amigo, consigo relacionarme con una mujer. Podría haber sido con un hombre (mi género, de momento, nunca se sabe). El caso es que una mujer aparece en mi vida, así como Dios creó el mundo en una semana complicada; era ardua tarea, no cabe duda.

Nota: he obviado que, antes de esta experiencia, había estudiado a fondo el mundo animal y el vegetal por si hubiere alguna referencia al amor entre animales; a los vegetales los aparté inmediatamente, por aburridos e ineptos y, además, el tema de las abejas y las corolas florales era sumamente superficial. Las abejas no sentían nada con el polen; que les daba igual, vamos; que lo hacían de corrillo.

Con los animales me dediqué a fondo. Experimenté con un par de conejos heterosexuales, o sea, macho y hembra, como los tornillos y las roscas, cuyo rendimiento amoroso es puramente funcional. Observé, detenidamente, el comportamiento de mis conejos y conejas: nada nuevo bajo el sol: el conejo visitaba el rincón de la coneja (al revés, no funciona: mira tú lo que da de sí la realidad). La acorralaba en el ‘córner’ de la jaula y, sin mayores aspavientos, la copulaba y aquí paz y después gloria. No conseguí ver amor en su actitud copulativa.

Una mujer, como decía, aparece en mi vida, inesperadamente. La observo y mi primer examen visual me ofrece un panorama encantador: bellísima (física e interiormente); con unas gafas que aumentan la picardía y la profundidad de sus ojos; con una ligera melena rubia, del rubio de las modelos de Piero della Francesca; con una sonrisa perturbadora y una manera de hablar fresca, espontánea y seductora. Me pilla. Sé que no habrá manera de olvidarla jamás. Mi retina la fotografía y mi corazón (mi espíritu, mi alma, mi ‘psique’) sabe que habrá consecuencias; si ella ayuda, claro. Y ella ayuda.

Me enamoro y me quedo con la copla: finalmente, tengo una clara oportunidad para conocer en qué consiste eso del amor, de lo cual nadie habla. Me corresponde, no al mismo nivel que un servidor – un insensato intenso y compulsivo- pero, bueno, está por la labor.

Iniciamos una buena relación que acaba en una relación. A partir de aquí, nosotros, la parejita, explota de emociones fuertes, de mutuas explicaciones sobre nuestras vidas anteriores, sobre nuestros gustos comunes, y se gestan maneras parecidas y, sobre todo, complicidades dignas de ser tenidas en cuenta. Y risas, y situaciones compartidas y dale que te dale.

Avanzada la relación (muy intensa, aunque breve en el tiempo) aparecen problemas que se convierten en problemas. Así, sin más, sin previsión y sin remedio. Hasta el momento, todo iba como una seda. Pero, como sea que Satanás aparece cuando uno menos lo espera, convierte estas dificultades en auténticos conflictos. Lo que hasta el momento había sido goce y disfrute común se pudre y una lona negra nos cubre a los dos. Ya no es lo que era.

Y, de ahí, se pasa del goce al dolor, un dolor también intenso y que afecta al interior (mental e intelectual) y al exterior (mundo digestivo y de ansiedad). En las conversaciones y los escritos aparece toda una suciedad acumulada de asuntos que quedaron a medias y que nunca, en este tiempo, se resolvieron correctamente.

Pero… pero… así como Satanás envenena situaciones en apariencia ligeras, ahí está la nunca suficientemente ponderada Virgen del Amor Hermoso, que acude en ayuda de la parejita ilusionada y enamorada y se erige en justicia bondadosa y actúa en consecuencia. Resultado: el fortalecimiento de la relación y el restablecimiento de la salud amorosa es evidente y queda libre de miserias y malos entendidos. Se forja una nueva etapa libre e independiente de aquello que sobraba por defectuoso, irregular y molesto; perniciosa, vamos.

Recorrido: del amor primitivo y superficial (demasiado superficial y barato) al dolor y, de ahí, a un amor más denso, inteligente, sincero, amable y resultón. Más eficaz y más independiente.

Ahora, me siento muchísimo más feliz. Y creo que ella también.

¡Ole, tú, Maite!


Comment

  1. … eso no es amor, es una orgía en una comuna… un “ménage à quatre” entre tú, pobre infeliz, tu señora, el tal Satanás y la mentada virgen del nosecuantos hermoso, con la que por lo visto no puedes dejar de vivir… es cuando menos curioso

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