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“Agua de lluvia”

Un artículo de Josep Maria Aguiló

Imagen promocional de Los Secretos. (1)
Imagen promocional de Los Secretos. (1)

Hace ya algunos años, uno de los componentes originarios de Los Secretos, Javier Urquijo, publicó su primer disco en solitario, acompañado por su grupo Ur&Gente, en el que aparecía una grabación hasta entonces inédita cantada a dúo con su hermano Enrique Urquijo. La canción se llamaba Agua de lluvia y había sido compuesta por el propio Javier Urquijo y por Jesús Redondo.

Al parecer, era una maqueta que Enrique Urquijo había grabado unas pocas semanas antes de morir —en noviembre de 1999— y que hubiera formado parte del nuevo disco que estaba preparando con su nuevo grupo, Los Problemas. Cuando escuché Agua de lluvia por vez primera, mi alegría y mi emoción fueron muy grandes, al tener la oportunidad de poder escuchar en la voz de Enrique un tema nuevo que desconocía.

En ese sentido, cada vez que he descubierto una canción inédita de Enrique Urquijo en estos últimos años ha sido como si, de alguna forma, aún estuviera vivo, como si todavía fuera posible poder encontrarlo cualquier mañana de primavera o de otoño paseando por las calles del casco antiguo de Madrid, con esa sonrisa extremadamente dulce y melancólica que tenía.

De este excelente cantante y compositor he dicho ya alguna vez que fue y sigue siendo, junto a Los Secretos, una de las influencias más positivas que he tenido a nivel existencial en mi vida. Escuchar a Enrique supone siempre volver a recordar la hermosa sensación que tuve al oírle por vez primera, cuando pensé que por fin había dejado de encontrarme o de sentirme solo gracias a ese nuevo e inesperado amigo, un amigo capaz de entenderme y de expresar como nadie lo que muchos de aquellos jóvenes de entonces sentíamos en nuestro interior más recóndito y profundo.

Tantos años después, cada vez que escucho de nuevo ahora algunos de los primeros temas de Los Secretos es como si, de alguna forma, volvieran a hacerse una vez más presentes aquellas mañanas y aquellas tardes de principios de los años ochenta, en que muchos de nosotros éramos insultantemente jóvenes, pop-rockeros y soñadores. De algún modo, escuchando hoy como ayer Sobre un vidrio mojadoDéjameAhora que estoy peorHoy no o Algo más, vuelven de nuevo aquellos años en que todo nos parecía más interesante y más atractivo, más luminoso y también algo mejor, aunque quizás no siempre lo fuera.

Vuelvo a escuchar ahora a Enrique o a Los Secretos y me sigo emocionando como lo hacía en aquellos ya muy lejanos días de mi juventud, unos días que en cierto modo eran también un poco como sus propias composiciones, a veces como cálidos y acogedores rayos de sol, y otras veces como melancólica y apacible agua de lluvia.


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