Cada vez que nos acercamos a las fechas navideñas, los niños vuelven a tomar protagonismo. Se acercan fechas de vacaciones escolares, de reencuentros familiares alrededor de la mesa y con la familia y también llegarán regalos para la ilusión de los más pequeños. La sociedad consumista, a costa de campañas en los medios, mueve una cantidad increíble de recursos humanos y económicos en estas fechas.
Sus Majestades los Reyes de Oriente tienen la ayuda de los pajes y éstos a su vez, la ayuda de mucha gente que les da algún tipo de apoyo. Pero los psicólogos infantiles suman sus voces para destacar la importancia del juego en las diferentes fases del crecimiento de los niños y niñas, así como el juguete en sí.
Dedicar un tiempo (aunque no sea mucho) de manera cotidiana a jugar con nuestros hijos supone los fundamentos de un crecimiento y educación óptimos. La falta de todo contacto o dejar al niño o niña solo con un juego sin compartir ese tiempo está creando un peligroso caldo de cultivo que, con el tiempo, genera graves problemas de comunicación paternofilial en la adolescencia y puede motivar a los niños que van creciendo a mendigar el cariño de otros por la ausencia del calor de la familia.
La psicóloga Silvia Álava ha publicado, junto a otros quince profesionales de la psicología, un libro que resulta una guía para ayudar a padres y madres que no sepan muy bien cómo hacer algo como educar jugando. El libro se titula “El arte de educar jugando” y plantea los beneficio de que los niños jueguen, solos o no. En el planteamiento del libro se muestran teoría y prácticas de diferentes formas de jugar y educar al mismo tiempo. Según los autores se pueden trabajar diferentes habilidades del niño a través del juego, especialmente si se hace en familia. Se aborda desde diferentes tramos de edad, desde bebés hasta los 12 años.
El juego incluye también el deporte o la actividad física. Una de las cuestiones que aborda el libro y a la que parece que se presta más atención por parte de los padres es el del papel que tienen que jugar las pantallas en el juego. Son de una generación donde las pantallas deben formar parte del juego, pero donde debemos poner límites para evitar que se convierta en el único recurso o en el “aparca niños” de los padres.
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