El espectro de la covidianidad también atrapa esta Navidad que se anticipa restrictiva y condicionada al cribaje colectivo con los antígenos y las PCR. Vuelve a casa por navidad, pero antes húrgate en las fosas nasales con el palito en cuestión. Todo se ha complicado todavía más para los navidofóbicos, aunque bien mirado ahora tienen un sólido argumento para evitar las reuniones familiares. A los navidófilos, ni la pandemia va a bloquearnos el espíritu navideño.
Claro que el contexto social influye mucho pero nuestro mundo interno lo construimos nosotros. Las opciones las elegimos nosotros. Pero las ausencias duelen, te cosquillean los cojones/ovarios de alma, los que han fallecido, el hijo que no está aquí y ahora con nosotros, el hermano lejano y alejado, la edad que nos ocupa y pre-ocupa, la nostalgia con la que nos acompañamos, los padres que enfilan la estación término de su biografía, aquello que no pudo ser, lo que no recordamos y lo que insistentemente nos persigue. Nada es homeopático en la navidad. Ni la gastronomía, ni los gastos, ni los regalos ni por supuesto las broncas familiares. Todo en demasía Todo se amplifica por mil: lo que somos y lo que no somos y pudiéramos haber sido.
La navidad es una potentísima caja de resonancia de nuestros decibelios emocionales. Tenemos que gestionar la sobre estimulación interna y externa. Ajuste de cuentas con el pasado tienen que conciliarse con el presente enmarcado en un imperativo social que nos genera mucha hipocresía, impostura y sobreactuación. No hay humano que lo resista. Necesitamos toda una sobredosis de mindfulnes. La soledad se hace más omnipresente y nos hipoteca más. Uno vuelve a su casa, infantilizándose, con los zapatos de la primera comunión y esto favorece que inmerjan sentimientos egodistónicos con los hermanos y con los padres. Jode el reencuentro y el encontronazo.
La navidad es un buen test de estrés para nuestra ITV emocional y para inspeccionar nuestras tácticas vitales. Nos permite calibrar cómo controlamos nuestra atención fallofílica y nuestro control de los esfínteres superiores, aquellos con lo que, a veces contaminamos todo. Que bien estar vivos y reencontrarnos así como podamos, si así lo queremos.
La navidad nos convoca a dejar la quejorrea narcisista en stand bye. Es fácil dejarse llevar por la rabia y el resentimiento. Cuánto cuesta y que bien nos va, crecer y progresar. La clave es querer, a nosotros mismos y al prójimo. Es una muy buena oportunidad para reparar conflictos y malentendidos. Somos los vínculos que tenemos y lo que nos queda de tiempo por vivir. La navidad es un buen tiempo para plantearnos cómo actualizamos el pasado , el presente, como nos apegamos y como no podemos dar aquello de lo que carecemos.
Es un buen tiempo para practicar el principio de autonomía personal: ayúdate a ti mismo y los demás te ayudarán y el principio de prevención de dependencias: no hagas por los demás aquello que son capaces de hacer por sí mismos y el principio de bumerán: todo lo que haces a los demás te lo haces a ti mismo y el principio de limpieza relacional: tenemos la responsabilidad de hacer limpieza de las relaciones ficticias, insanas y que obstaculizan nuestro crecimiento como personas. Y con respecto a los apegos a los que estamos atrapados: no te preocupes nunca por las personas de tu pasado, hay una razón por la que no están en tú presente y por la que no llegaron a tu futuro.
Hay cinco formas de expresar el amor, que no se reduce a hacer regalos, sino que incluye actitudes de cuidado, palabras de afecto, contacto físico cariñoso y crear tiempo compartido de calidad. En la tensión navideña, corremos el riesgo de reducir nuestro amor a un solo lenguaje. Cuidado con la trampa del “siempre” y él “nunca”. Son dos palabras que funcionan como una garantía de pelea.
Este año toca celebrar la Navidad con algunas exigencias: la vacunación, la responsabilidad individual y colectiva en cuanto a la protección y con mucha prudencia
Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo. Ahora ennavidense. El mallorquín tiene una frase mágica, a modo de mantra zen , diganla y compartanla desde el corazón : MOLT D´ANYS.
Feliz Navidad del 2022, (no existen otras)