Sabíamos de la ambición ciega que impulsaba a quien tantas veces llamaron “fra-casado”, aunque también nos sorprendió que, por muy hundidos que estuvieran los del PP en 2018 tras perder el gobierno, eligieran a quien había dicho lo de “las fosas de no sé quién” y la “guerra del abuelo” siendo ya dirigente de ese partido.
Quienes fueron capaces de entregar la presidencia del PP a alguien que se burlaba con tanta “crueldad” del dolor de millones de compatriotas demostraron que estaban iniciando el camino hacia la marginalidad. De hecho, con Casado obtuvieron los dos peores resultados desde 1982 en número de votos, a pesar de que el censo de 2019 incluía diez millones más de electores que entonces.
Aunque las derrotas en las urnas han reducido radicalmente los ingresos legales de un PP que debe estar al borde de la ruina, lo cierto es que han tardado más de dos años en sacar a Casado de Génova 13, y solo se han atrevido después de que mordiera el cebo que le había lanzado Díaz Ayuso con lo del espionaje. En cambio, tras perder en 2016, Felipe González y los barones solo tardaron tres meses en acabar con Sánchez.
Hoy, en la sesión de control al Gobierno, la pregunta que el aún “líder de la oposición” había anunciado decía lo siguiente: “¿Cuánto más está dispuesto a ceder a sus socios independentistas para seguir en la Moncloa?” y él estaba obligado a exponerla. En cambio, no ha hecho ni mención y se ha puesto a hablar de sí mismo, convirtiendo sus palabras en el simple envoltorio de un vacío. Y esta vez, además, ocupando un tiempo que se le estaba escapando de las manos.