Siguen aumentando las víctimas de lo que Javier Solana, ex de tantos altos cargos, tituló el mes pasado “estar pagando las consecuencias de querer integrar a Ucrania en la OTAN”, una pretensión ante la que cualquier alumno de ESO, durante un escenario simulado en una clase de Historia, habría advertido que provocaría la respuesta criminal de Putin aprovechando que manda en Rusia. Algo que no supieron prever, o quizás sí, pero callaron, los que cobran millones por hacerlo. Lo de callar cuando conviene.
Con lo de Ucrania, siguen compartiendo liderazgo en los informativos españoles las desasosegantes noticias de huelgas salvajes de transportistas que comienzan a provocar tentaciones de acaparamiento de productos de primera necesidad, como las de papel higiénico al comienzo de la pandemia, que aún no he leído un análisis de las prioridades íntimas, pero de todos al mismo tiempo, que implicó aquel comportamiento masivo.
Mientras tanto, durmiendo sueño con peces que salen a suicidarse en playas urbanizadas ante la ausencia de pescadores industriales que no tienen para pagar el combustible con el que arrastrar las redes que les salvan del abarrotamiento en el fondo marino, pues los depredadores de toda la vida, los que también visten escamas para mantener el equilibrio natural, tienen la barriga llena.
Supongo que Pedro Sánchez estaba pensando también en todo esto cuando decidió que era el momento mediático oportuno para enviar al rey de Marruecos la misiva con la que se ha sumado a la posición sobre el Sáhara que un tal Donald Trump sentenció poco antes de entregar, muy a regañadientes, la Casa Blanca a Joe Biden, que nunca la modificará. Una nueva ofensa a la ONU desde USA. Estamos acostumbrados, mientras se amontonan los cadáveres.
Hasta tal punto, que nuestro presidente ha caído tan bajo como para consentir que haya sido el gobierno de Marruecos quien hiciera pública una decisión del de España, saque usted la conclusión que le parezca sobre el respeto que le merecemos a nuestro gobierno, y también sobre el respeto que esta España le merece al resto del mundo.
No porque usted esté leyendo ahora estas evidencias voy a pensar que le estoy sorprendiendo. Nada más lejos, pues venimos de un comunicado de Felipe VI sobre su padre el mismo día del shock total, hace apenas dos años, en que se declaró el primer Estado de Alarma por la pandemia, ahora que hemos recordado cuando nos imaginábamos sentados en la taza del váter y con el papel para limpiarnos el culo a doscientos metros de distancia.
Y, para seguir con el comportamiento habitual de cualquier político que ocupe La Moncloa, mientras los telediarios nos trasladan el drama de los refugiados ucranianos, de los que estamos recibiendo y de los que se quedan por el camino, la noticia de que la justicia española no pedirá cuentas al rey que ha estado robando a manos llenas e impunes durante décadas.
Y tampoco lo hará el Congreso, gracias al mismo PSOE que suma sus votos, y ya van ocho o nueve veces, a los de los más o menos franquistas de Vox y otras derechas españolistas para que el ladrón de mayor categoría institucional se libre de la igualdad que miente, negro sobre blanco, el artículo 14 de la Constitución desde 1978.
Como todavía no ha regresado al Sáhara que fue español la guerra con muertos, viene como anillo al dedo un tweet que circulaba esta misma semana, antes de que el viernes nos hubiéramos enterado de lo último que Sánchez había hecho sin decirnos nada.
Refiriéndose al pacto entre el PP de Feijóo y Vox para Castilla y León, alguien tuiteó que “los franquistas de Vox han entrado por primera vez en un gobierno y España ya ha conseguido recuperar el Sáhara”.
Es muy probable que su autor conociera la nueva amistad que Sánchez ha estado tejiendo con el rey de Marruecos, pero el último CIS acaba de confirmar que Vox sigue subiendo.