La política exterior de la Unión Europea, que algunos pensábamos que era un entresijo de complejas relaciones diplomáticas, en realidad se sustenta en algo tan prosaico como las necesidades de alemanes o austríacos de mantener el culo caliente cuando hace fresquete.
Mientras Von der Leyen y Borrell impostan ante la ciudadanía europea una gran preocupación por el avance de Putin hacia Occidente, y hablan una y otra vez de endurecer las sanciones económicas, alemanes y austríacos siguen premiando al Kremlin con un euromillón diario, vía Gazprom, para que los neosoviéticos sigan fabricando armamento con el que freír civiles ucranianos, que es el deporte favorito de los generales rusos de todas las épocas.
La UE es el paradigma del postureo y de lo políticamente correcto. Hay que condenar a Putin, pero sin que pasemos frío, no sea que tengamos que desempolvar el brasero que guardamos en el desván. El culo caliente bien vale las vidas de unos miles de eslavos, piensan en Berlín y en Viena. Incluso el Dombás y Mariúpol valen menos geoestratégicamente que la temperatura de las posaderas de los teutones.
La capacidad de sacrificio de la malcriada sociedad europea del siglo XXI tiende a cero. Acostumbrados, como estamos, a que papá Estados Unidos nos gane las guerras, vivíamos inmersos en los problemas de la gente rica, quejándonos de cualquier nimio retroceso en ese castillo de naipes socioeconómico denominado estado del bienestar.
Se nos olvida siempre que ese bienestar se construyó sobre las ruinas de dos guerras mundiales, en gran parte porque los más jóvenes partícipes de aquellas tragedias ya han fallecido y ahora nos estamos aficionando a reescribir la historia. Para colmo, hemos decidido dejar de invertir en armamento y le compramos el gas al enemigo, porque, eso sí, somos la leche de ecologistas, lo que explica que desmontemos nuestras centrales nucleares que son seguras, baratas y soberanas, pero a las que la doctrina de lo políticamente correcto -que financia Rusia con descaro- se la tiene jurada.
Una sociedad anestesiada como esta no puede elegir jamás líderes políticos de valía, porque, como dijo Joseph de Maistre, todos los pueblos acaban teniendo a los dirigentes que se merecen; o que se le parecen, aclaró Malraux.
De manera que pierdan la esperanza de que en Europa surja un nuevo Churchill, deberemos conformarnos con personajes del nivel de Pedro Sánchez, Olaf Scholtz o Karl Nehammer, dispuestos a vender la libertad para que sus votantes conserven su europeo culo bien caliente.
… mucha queja, pero los de mi generación no tenemos ningún muerto en el armario ni nada qué retraernos, salvo, quizás, los muertos y torturados por el ultraliberal de derechas señor Ánsar, y sus veleidades guerreras con su amigo -o más bien deberíamos decir “inductor”- el genocida Geoooorges Bush… nos ha costado mucho el estado del bienestar, la seguridad social -sanidad universal y gratuita-, la educación estatal, el fútbol y demás… eso hace que los europeos hayamos olvidado guerrear, y seamos probos ciudadanos… quejarse de eso es enfermizo y muy voxero…