El presidente del Sindicato Médico de Baleares —Simebal—, Miguel Lázaro (Teruel, 1957), analiza en esta entrevista la actualidad de la sanidad autonómica, tras algo más de dos años de pandemia, a la que califica como “una crisis sociosanitaria”. En ese sentido, Lázaro recalca que además de haber provocado más de 100.000 muertes en España, “ha tenido un impacto muy importante a nivel social y económico”. Psiquiatra de profesión, este reconocido especialista se pronuncia también sobre el continuado incremento de personas con depresión, tanto entre el colectivo médico como entre la población en general.
¿Cuál es el principal problema que tiene hoy Atención Primaria?
El principal problema que tiene hoy Atención Primaria es la falta de médicos de familia. En realidad, es un problema crónico, pero la pandemia lo ha agudizado. Las dos consecuencias directas que se derivan de esa situación son, por una parte, una sobrecarga asistencial en el resto de médicos, que genera unas cifras cada vez más altas de “burnout” —desgaste profesional—, y, por otra parte, unas listas de espera cada vez mayores.
¿Cómo valora esta situación?
La actual situación hace que de algún modo se quiebre la relación entre el médico y el paciente, que es la base de la medicina, pues es evidente que tener que atender de media a unos cuarenta pacientes al día, pudiendo dedicar además a cada uno sólo tres o cuatro minutos, no satisface a los facultativos ni tampoco a los usuarios.
¿En qué medida ha condicionado la pandemia el día a día en la sanidad pública?
La pandemia ha descubierto las carencias de una sanidad pública que, hoy por hoy, tiene una solvencia manifiestamente mejorable. Cuando apareció el coronavirus, se destinaron muchos recursos al Covid, lo que conllevó cambios en Atención Primaria. Recuerde que al principio se crearon circuitos específicos para el Covid o que casi todas las consultas se hacían vía telefónica o telemática. En ese contexto, las labores de prevención y de control de las enfermedades crónicas pasaron a un segundo plano, lo que hizo que se complicase el seguimiento de dolencias a las que hasta entonces el médico de familia daba una respuesta rápida y adecuada, incluida la posible derivación de algunos pacientes a los especialistas.
El principal problema que tiene hoy Atención Primaria es la falta de médicos de familia. Poder dedicar a cada paciente sólo tres o cuatro minutos, no satisface a los facultativos ni tampoco a los usuarios
¿Y ahora?
Ahora aún sigue habiendo unos largos periodos de espera para los pacientes derivados a los especialistas, con unas cifras realmente demoledoras, de más de medio año en algunos casos para poder ser atendidos. A pesar de esta tesitura, el IB-Salut tiene suerte —señala en tono irónico—, porque el 43 por cien de los ciudadanos de Baleares hemos decidido pagarnos un seguro privado. En ese sentido, me pregunto qué pasaría con la gestión de la sanidad pública si no hubiera ese porcentaje de personas que destinan una parte de su presupuesto familiar a cuidar su salud en el ámbito privado. Además, por suerte, la calidad de la sanidad privada en Mallorca es magnífica.
¿Las listas de espera siguen siendo todavía un problema?
A las listas de espera yo les llamo listas de desesperación. La lista de espera es el barómetro que tú como ciudadano utilizas para ver la calidad del sistema sanitario. Ahora mismo, a veces hay que esperar incluso para que nos vea el médico de Atención Primaria. La realidad es que las listas de espera se han disparado. Menos mal que ahora hay convenios con las clínicas privadas, que permiten canalizar a los pacientes que están desesperados de tanto esperar.
¿Cómo ha afectado la pandemia al colectivo médico como tal?
Lo primero que hay que recordar es que hasta ahora han muerto en España por el Covid 130 médicos que estaban en activo, tres de ellos en Baleares. Esa es una cifra bélica en tiempos de paz. Por otra parte, hay que recordar también que los médicos han tenido que enfrentarse a una enfermedad que al principio no sabían cómo tratar, que generaba una gran incertidumbre, que provocaba muchas muertes y que causaba un gran dolor en los familiares de las víctimas. Además, al inicio de la pandemia muchos médicos no contaban con los equipos de protección necesarios, lo que hacía que tuvieran miedo al contagio o a contagiar a sus familiares. Todo ello ha acabado provocando lo que se denomina estrés crónico acumulativo, que es un gran depredador del cerebro.
La pandemia ha descubierto las carencias de una sanidad pública que, hoy por hoy, tiene una solvencia manifiestamente mejorable
¿Cuál ha sido la prevalencia de la ansiedad o la depresión en los profesionales sanitarios?
En los médicos, la prevalencia de trastornos mentales como la ansiedad, la depresión, el insomnio o el estrés postraumático se ha situado diez puntos por encima de la media que ha habido en la población en general. Esa situación ha afectado sobre todo a los médicos de primera línea, entre ellos a los magníficos profesionales de la UCI de Son Espases y de otros hospitales, a los facultativos de Urgencias y a los médicos de familia. Todos ellos han hecho un esfuerzo extraordinario durante estos dos años. Aun así, el IB-Salut ha sido francamente tacaño a la hora de retribuir económicamente su trabajo, a pesar de ese compromiso, esa dedicación y ese grado de desgaste.
¿Y en el resto de la ciudadanía?
En el resto de la población ha habido también una prevalencia muy importante de trastornos de salud mental. Yo lo llamo la epidemia silenciosa, la otra pandemia, que no eclosionó al principio, pero que se está manifestando en estos últimos meses. De hecho, ahora mismo hay listas de espera en las unidades de salud mental. Además, ha habido un aumento muy importante de adolescentes con trastornos de alimentación, con anorexia y bulimia. Y también ha habido algo que nos tiene muy preocupados, que es el aumento de tentativas de suicidio y de suicidios consumados no sólo en adolescentes, sino también en niños, incluso a partir de los ocho años de edad, que hasta ahora era algo extrañísimo. En ese contexto, considero que los recursos del IB-Salut están siendo inadecuados para dar respuesta a todos esos pacientes.
¿Por qué se da esa situación entre la población más joven?
Hay que tener en cuenta que la infancia y la adolescencia son dos etapas de transición y de vulnerabilidad. Yo siempre digo que la adolescencia es una emboscada donde no faltan francotiradores. En ese sentido, la pandemia ha sido para niños y adolescentes un factor de riesgo de las patologías de salud mental, que también es cierto que dependen de muchas variables, como la personalidad o el contexto social y familiar.
En los médicos, la prevalencia de trastornos mentales como la ansiedad, la depresión o el estrés postraumático se ha situado diez puntos por encima de la media
Entiendo, sí…
Además, hemos de recordar que al inicio de la pandemia los niños y los adolescentes tuvieron que aislarse, no podían relacionarse y tuvieron que adaptarse a nuevos métodos de enseñanza. De ahí que muchos de ellos digan ahora que les han “robado” dos años de vida. Eso no ha sido así, pero es evidente que durante este periodo los adolescentes no han podido hacer lo que hacen habitualmente, que es socializar, relacionarse, comunicarse o tener un espacio para el ocio. Todo ello son factores que en ciertas personas predispuestas pueden generar la aparición de trastornos mentales.
¿Qué debemos hacer cuando sufrimos psicológicamente?
Si una persona sufre psicológicamente y está mal, no tiene que pedir perdón, tiene que pedir ayuda, una ayuda que puede ser psiquiátrica o psicoterapéutica. Reconocer que uno está mal y que necesita ayuda es fundamental. Dicho esto, añadiría que si bien es cierto que la realidad que hemos vivido por la pandemia ha sido muy dura, también es verdad que en esta crisis han emergido valores positivos, no sólo a nivel de resiliencia individual, sino también de resiliencia colectiva. Así, ha habido solidaridad, generosidad o empatía.
¿Cómo definiría lo que es la resiliencia?
La resiliencia es la capacidad humana de afrontar, rehacerse y crecer. O dicho de otro modo, es insistir, resistir, persistir y nunca desistir. Es un poco el antídoto que tenemos frente a la vulnerabilidad y las contrariedades. Los seres humanos somos vulnerables, en especial en algunas etapas y en determinados contextos, pero también somos más o menos resilientes. En ese sentido, si en algún momento sufrimos pero al mismo tiempo contamos con vínculos de apoyo y de afecto, se potencia la capacidad de adaptación y de superación que tenemos. Todo ello posibilita que tras determinadas experiencias traumáticas pueda haber lo que se llama un crecimiento postraumático, que sería un proceso de maduración.
Tenemos tantas ganas de que el Covid no siga condicionando nuestras vidas y de recuperar nuestros hábitos, que de alguna forma hemos perdido el miedo al coronavirus y subestimamos los riesgos
En los medios aparecen cada vez más noticias de agresiones físicas a médicos…
Es cierto que en todos los países ha aumentado la violencia contra los sanitarios. Yo suelo utilizar la expresión “violencia contra los sanitarios”, más que la de “agresión”, pues en el término “violencia” se reconoce ya implícitamente la existencia de una intencionalidad previa de hacer daño. En cuanto a las cifras que suelen publicarse, son algo engañosas, pues sólo aparecen en la prensa los casos de agresiones físicas o de denuncias que se han hecho por ese motivo.
¿Qué ocurre con las agresiones psicológicas?
La casi totalidad de las agresiones psicológicas que se producen, ya sea por el trato indigno que se da a muchos profesionales o por las vejaciones, humillaciones y ofensas que reciben, no se denuncian. Y ahí creo que los afectados se equivocan, pues esas agresiones también tendrían que denunciarse. No olvide que agredir a un profesional en la sanidad pública es un delito.
¿Por qué se producen todos esos casos?
Los pacientes agreden por muchas cosas, por las listas de espera, porque no se les da lo que quieren o porque exigen cosas que los médicos no pueden ofrecer. Además, hay también personas que vehiculizan hacia el médico su indignación o su resentimiento contra el sistema. Una agresión rompe la relación médico-paciente, aparte del daño físico y psicológico que provoca en el profesional que ha sido atacado. En ese contexto, quien tiene la responsabilidad de intentar evitar todas esas situaciones es la Administración, por ejemplo haciendo campañas de sensibilización en las que se ensalce el civismo y se fije la tolerancia cero hacia la violencia.
La realidad es que las listas de espera se han disparado. Menos mal que ahora hay convenios con las clínicas privadas, que permiten canalizar a los pacientes que están desesperados de tanto esperar
¿Qué otras posibles soluciones podría haber?
Yo propuse, por ejemplo, alejar de su centro de salud a un paciente que agreda a un profesional. Además, tendría que haber un mapa de los centros en donde se han producido agresiones y se tendrían que implantar allí medidas disuasorias, como instalar arcos de seguridad o poner vigilantes en todos esos espacios. Lo primero que hay que hacer en estos casos es proteger y luego prevenir. Sin embargo, la sensación que tengo es que el presupuesto que el IB-Salut dedica a estos temas es muy pequeño.
¿Cree que todavía hoy se estigmatiza a las personas que padecen alguna enfermedad mental?
Yo creo que todavía se las estigmatiza, sí. Es cierto que se ha avanzado en la lucha contra ese estigma, pero aún queda mucho por hacer. Dicho estigma es una etiqueta despersonalizadora, negativa, discriminatoria y excluyente hacia unas personas que no han elegido tener una enfermedad mental. De hecho, el enfermo mental tiene dos estigmas, el de la propia enfermedad y el del rechazo que sufre desde el punto de vista social. Por ello, todavía hoy hay personas que en lugar de decir que tienen una baja por depresión, dicen que tienen una baja por estrés, pues les avergüenza decir que tienen una depresión por la posible reacción negativa que ello podría suscitar en su entorno. A todo ello habría que añadir que el paciente con depresión es, además, un paciente con un gran sentimiento de culpa.
¿Cómo podríamos definir lo que es una depresión?
La depresión es una enfermedad biológica del cerebro, que no has elegido y que además provoca un gran sufrimiento, pero todavía hay mucha gente que piensa que la depresión es un problema de voluntad o de que alguien es débil de carácter. Además, se dicen también cosas que no son ciertas, como por ejemplo que las personas con esquizofrenia son violentas, que algunos medicamentos te dejan zombi o que los antidepresivos crean dependencia. Por tanto, hay que informar y sensibilizar a la población para que esas creencias irracionales desaparezcan. Y le diría aún algo más, que es que todos podemos descompensarnos, todos, pues no hay ningún ser humano que tenga blindado el cerebro, ninguno.
La casi totalidad de las agresiones psicológicas a médicos -ya sea por el trato indigno, vejaciones, humillaciones y ofensas- no se denuncian. Y ahí creo que los afectados se equivocan
¿Qué balance podemos hacer de estos dos años de Covid?
Yo diría que a lo largo de estos dos años la mayoría de personas han actuado de manera responsable para ellas mismas y para los demás, haciendo lo que había que hacer, que era seguir las medidas de protección para evitar contagios y también vacunarse. Poco a poco, la situación se ha ido normalizando, porque hoy tenemos las vacunas, porque ya no hay hospitales saturados ni UCI al límite y porque las variantes del coronavirus han ido perdiendo letalidad. Hoy incluso se habla ya de “gripalizar” el Covid.
¿Nos hemos relajado quizás un poco en exceso en estos últimos meses?
Tenemos tantas ganas de que el Covid no siga condicionando nuestras vidas y de recuperar nuestros hábitos, que de alguna forma hemos perdido un poco el miedo al coronavirus y subestimamos ahora un poco los riesgos. Queremos volver a vivir sin miedo y disfrutando, y por eso no estamos quizás hoy tan en alerta como antes y hemos bajado un poco la guardia. Pero no debemos olvidar que el virus sigue circulando, que los contagios están volviendo a aumentar y que aún mueren personas por Covid.
*Una entrevista de Josep Maria Aguiló.