La aparición simultánea en varios países europeos, Estados Unidos y Canadá de casos humanos de la llamada viruela del mono (monkeypox), está despertando preocupación y recelo entre unos ciudadanos que aun no están psicológicamente recuperados de la pandemia de covid 19 que, por otra parte, todavía está lejos de haber terminado.
Se trata de un virus del mismo grupo que el de la viruela. Se detectó por primera vez en la década de los 50, en unas colonias de monos mantenidos para fines de investigación científica, que desarrollaron un cuadro clínico parecido a la enfermedad humana y por eso se le denominó viruela del mono, “monkeypox” en inglés (viruela es “smallpox” en dicha lengua). Años después se detectaron los primeros casos humanos en la zona del Congo y, desde entonces, la infección humana se viene diagnosticando con baja pero creciente frecuencia en el África Central y Occidental.
La enfermedad es parecida a la viruela, pero menos virulenta, con una baja tasa de procesos graves y mortalidad, entre el 1 y el 10 %, que se dan, sobre todo, en niños o personas debilitadas por enfermedades crónicas, inmunodeficiencias, o malnutrición. Aun así, no debe minusvalorarse su potencial patogénico.
Aunque se llame viruela del mono, los animales que parecen ser el reservorio de la infección son roedores, ratas, ratas africanas, ratones, ardillas y similares. La infección se contrae por contacto con animales infectados o sus restos, o con ropas o utensilios contaminados. El contagio entre personas se produce por contacto continuado y proximidad, a partir de lesiones cutáneas o de gotas respiratorias gruesas, que tienen un vuelo muy corto, o por ropas o complementos infectados.
No parece que este virus tenga el potencial de provocar una pandemia, pero su parecido con el virus de la viruela merita que las autoridades sanitarias establezcan medidas de vigilancia y seguimiento que impidan la diseminación de la enfermedad. Las personas de más de 45 años que fuimos vacunados contra la viruela estamos protegidos, ya que la vacuna nos proporciona inmunidad cruzada; los más jóvenes, que ya no se vacunaron porque la viruela fue erradicada y el virus ya no existe en la naturaleza, deben tomar precauciones ante casos sospechosos y seguir las recomendaciones de los expertos y de Sanidad.
La irrupción entre nosotros de este virus es otro aviso de que iremos asistiendo, cada vez con mayor frecuencia, a la aparición de agentes infecciosos nuevos (previamente desconocidos) o emergentes (conocidos de importancia creciente), algunos de los cuales tendrán potencial de provocar epidemias de alcance geográfico limitado o pandemias. La deforestación y la ocupación continua de espacios naturales por el ser humano y sus animales domésticos favorece el contacto con los animales salvajes y el traspaso de microbios patógenos en ambos sentidos.
Es una lección que ya deberíamos haber aprendido con las sucesivas infecciones nuevas, emergentes o reemergentes que nos han afectado en los últimos cincuenta años, proceso que ha culminado con la pandemia de covid 19, pero que, como demuestra ahora la viruela del mono, no solo no ha acabado sino que se dará con frecuencia creciente.
Es necesario, imprescindible, reforzar el sistema sanitario y crear una red de vigilancia de casos de infecciones raras y brotes infecciosos susceptibles de convertirse en epidémicos, así como la capacidad de diagnóstico y epidemiología microbiológicos, que son herramientas indispensables para la detección precoz, la caracterización, el seguimiento y el control de los mismos.