Mucho se ha hablado y escrito sobre la progresiva disminución de la clase media que viene ocurriendo en los últimos tiempos. Con frecuencia el fenómeno se ha atribuido a la pérdida de buenos empleos debido a la globalización, que ha deslocalizado muchas empresas en busca de mano de obra barata. La digitalización, se dice, supone un fenómeno similar muchas veces complementario. Este tipo de explicación pone el acento en que el proceso de especialización internacional y automatización acentúa la importancia tanto de los puestos de trabajo muy cualificados, como de aquellos otros sin cualificación al servicio de otras personas.
Sin embargo, sociológicamente la clase media se puede definir, tal como hizo en su momento el politólogo siciliano Gaetano Mosca como aquel grupo social independiente de los que poseen el poder. Pues, efectivamente, es la independencia económica la que garantiza la cultura fundamentada en el espíritu crítico que procura su fortalecimiento en un proceso de retroalimentación que afianza las garantías jurídicas con respecto a la libertad, la defensa de la propiedad y el cumplimiento de los contratos. Lo que, a su vez, supone una distribución justa de la riqueza, por su legitimidad.
Ahora bien, para que la clase media pueda existir y extenderse por el conjunto de la sociedad es necesario que una mayoría de personas compartan los principios morales asociados a la libertad, la verdad y la justicia. Entre esos valores debe figurar una total separación entre el poder político y el económico.
Pues bien, atendiendo a este razonamiento la paulatina disminución de la clase media se puede debe, sobre todo, a la expansión sin freno del poder político, es decir, del intervencionismo gubernamental imponiendo regulaciones de todo tipo y tributos que suponen fuertes incrementos de los costes que acaban expulsando de la producción a aquellos tienen una dimensión económica más modesta. Además de desincentivar el concepto de “propia responsabilidad”. Sin duda, se trata de un intervencionismo de tipo corporativista que beneficia en parte a los poderes económicos ya establecidos, dificultando la inclusión o incorporación, no sólo de los pequeños empresarios y emprendedores, sino también de los jóvenes en general.
El incremento del precio de la vivienda, impulsado por los bajos tipos de interés motivados por la necesidad de financiar los elevados y permanentes déficits públicos, y que finalmente han desembocado en una escalada inflacionista general, también se constituye en una inmensa barrera para la continuidad de la clase media. Si los jóvenes no se incorporan a la misma, lógicamente, ésta acaba por declinar.
Por último, cuando el sistema educativo está totalmente controlado por el poder político, a nadie le tiene que extrañar que éste ponga más énfasis en utilizarlo para difundir su propia justificación que para elevar el conocimiento del espíritu crítico que, como se ha señalado, está en la base de la clase media.
Sí Mosca tenía razón, no es tanto la globalización como la propia expansión del Estado en combinación a las políticas corporativistas e intervencionistas, que en nuestro país fueron consideradas franquistas y que ahora práctica la izquierda, las que están reduciendo el número de efectivos de la capa social más dinámica y equilibradora de la sociedad. Es el crecimiento del Estado el que está expulsando a aquellos quienes, justamente, buscan su independencia económica respecto de ese mismo Estado.
Ciertamente, el fortalecimiento de la clase media exige mayores grados de libertad, el fomento de la propia responsabilidad y una tasa de natalidad empresarial que, en nuestro país, está muy capada por la fuerte intromisión de todas las administraciones además de por los elevados tributos que se tienen que soportar y que, así y todo, resultan insuficientes para financiar el continuo crecimiento de todo el sector público que va aumentando sus ámbitos de intervención.
Ante esta situación, la abrumadora propaganda gubernamental nos volverá a insistir en la importancia de sus políticas de redistribución de rentas. Unas políticas que, como vemos y como tantas veces pasa en asuntos económicos, paradójicamente pueden estar provocando el efecto no intencionado de contribuir a una mayor polarización de la sociedad.
… este artículo es tendencioso… leyéndolo, da la impresión de que la izquierda en el poder lo que quiere es estatalizar a la sociedad, dominarla y mediatizarla… nada se dice de la renta básica universal, del aumento de derechos sociales, del aumento portentoso del salario mínimo interprofesional, de las leyes de protección a sectores desfavorecidos o discriminados… venga ya, ahora resultará que no han hecho nada útil, son supermalos y peligrosos, y la clase media es un invento de derechas… pfff