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“Profesionales altamente cualificados en manos de pésimos gestores”

Un artículo de Miguel Lázaro

Enfermera atiende a un paciente.
Enfermera atiende a un paciente.

Este titular demoledor retrata y delata el escenario asistencial. La secta gerencial está centrada en la metafísica de la gestión y en construir algoritmos, que tienen que ver muy poco con el quehacer clínico. Cuando aprenderán que medir no es conocer. Muchos médicos, de los que ven pacientes, piensan que lamentablemente seguimos perdiendo el tiempo. Ese tiempo que pasa para no volver y que sería mejor empleado en levantar de nuevo a una de las mejores sanidades del mundo (sic) arrasada por un virus hijoputatico.

Hablemos de gestión, mejor dicho, hablemos de las consecuencias de la gestión. A lo largo de las últimas dos décadas algunos de los principales problemas de la gestión sanitaria siguen siendo los mismos. Sin ánimo de ser exhaustivo: bajo presupuesto, contratos precarios, ausencia de formación continuada, infradotación de personal facultativo, centros de salud y hospitales sin plantilla suficiente, sobrecarga asistencial y listas de espera. Listas de espera maquilladas debajo de muchas alfombras para que no se note la manchita y pasarlas impunemente a la siguiente legislatura. Esas listas de espera que se intentan adelgazar ofreciendo peonadas a los médicos que voluntariamente estén dispuestos a hacerlas.

Hablemos de las peonadas. Hay que dar la impresión de que las peonadas son ese trabajo de tarde que alegre y descuidadamente realizan algunos médicos para llenar sus bolsillos, y poder acudir luego a la noche de Portals, o qué sé yo, comprarse unos nuevos palos de golf. Son un capricho vespertino para galenos ociosos que, por la mañana en su horario habitual de trabajo, hacen crecer dejando pacientes sin atender, para luego entretenerse durante la tarde. Una bicoca, oiga. Pero, la tozuda realidad es otra. En realidad lo que llaman peonadas, no es más que un intento de hacer funcionar los hospitales y centros de salud durante la tarde, con la intención de reducir las listas de espera. Dicho de otra forma; toda la actividad médica que no ha podido hacerse durante el horario habitual, se programa en horario extraordinario, una especie de horas extra.

Parece una buena solución, se atienden pacientes durante las tardes para disminuir el tiempo de espera, y los médicos y otros trabajadores sanitarios que las realizan ganan un dinero extra, ya que estas horas de trabajo son remuneradas. Parece la solución ideal. Aunque una vez más la realidad muestra que no es así. La teórica solución llevada a la práctica no parece funcionar tan fácilmente.

¿Cómo puede ser esto? Todo parecía encajar. Y no encaja por una sencilla razón; las listas de espera y las peonadas son un síntoma, un síntoma dentro de una enfermedad. Una enfermedad con otros muchos síntomas; contratos precarios, sueldos no acordes a la formación y responsabilidad de profesionales de alta cualificación que estamos en el vértice y el liderazgo de la pirámide asistencial sanitaria, sobrecarga asistencial, infradotación presupuestaria, etc. sí, aquellos problemas crónicos que a lo largo de más de dos décadas no han sabido solucionar nuestros gestores sanitarios, todos esos síntomas que son responsables de la enfermedad de la sanidad pública.

La ficción y el relato sanitario no cambian la realidad, más bien durísima realidad, que se impone cuando el paciente tarda en ver a su médico del centro de salud, de 7 a 14 días. No hay que espantar moscas con el rabo, es la propia administración quien debe de articular unos mecanismos claros y transparentes para gestionar esa actividad extraordinaria voluntaria para bajar la lista de espera.

Por cierto el precio de las peonadas lleva sin actualizarse desde hace 10 años. Todos andamos buscando el virus responsable de la enfermedad de nuestra sanidad pública.

Se avecina un verano tórrido y caótico y lo que no es tolerable es la actitud de algún gerente que va de sobrado, que no tolera la discrepancia, que le lleven la contraria, y que machaca a los médicos con rabietas. Cuanto falta la aptitud se sobreactúa y se cae en una obscena impostura.

No hace falta apagar la luz del faro médico, que guía y lidera la pirámide asistencial para realzar a otros colectivos. No es ético y es muy reprobable, viniendo de un médico.

Simebal monitorizará desde ya y a lo largo del verano cuánta incidencia ocurra en el ámbito asistencial. Es nuestra tarea y nuestra responsabilidad.

Ya saben en derrota transitoria pero nunca en doma.


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