Acabamos de entrar en el mes de agosto y, por tanto, en plena canícula y, aun así, con temperaturas algo más altas de lo habitual. La política internacional también está más caliente de lo que solía: continúa la invasión de Ucrania y las atrocidades cometidas por las tropas rusas. La última, el bombardeo de una cárcel de prisioneros de guerra ucranianos, con más de cincuenta muertos y centenares de heridos, muchos de ellos pertenecientes al batallón Azov, que resistió durante semanas el asedio ruso a Mariúpol y que, debido a su ideología de extrema derecha, son especialmente odiados por el Kremlin, a la vez que le sirven de excusa para justificar su supuesta “operación militar especial” para “desnazificar Ucrania”.
Se trata de un crimen de guerra especialmente salvaje, del que se hacen mutuamente responsables rusos y ucranianos. Si bien es seguro que ambas partes mienten, como ocurre en todas las guerras, hay en este caso un actor agresor que históricamente viene utilizando la mentira como instrumento principal en sus relaciones internacionales y que, por tanto, tiene muy poca credibilidad, por no decir ninguna, que es Rusia.
Además, en el día de la Armada rusa, el presidente Putin ha anunciado al mundo el reforzamiento de la fuerza naval rusa en todo el mundo, como parte fundamental de la política rusa de seguridad, con la instalación de misiles supersónicos en buques de la marina, además de reforzar su presencia en el mar Negro y en el Báltico y construir nuevas bases en el Mediterráneo, en el mar Rojo, en el océano Índico y en el Pacífico. Todo un aviso a navegantes, especialmente a los Estados Unidos y a la OTAN, a los que ha identificado como las principales amenazas para la seguridad de Rusia.
Y para rematar el envite contra occidente, Rusia sigue recortando la cantidad de gas que suministra a Europa, con diversas y variadas excusas, en un movimiento que da la razón a la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, que viene denunciando el chantaje de Rusia con el suministro de gas y la posibilidad más que real de que corte completamente dicho abastecimiento este otoño, antes del comienzo del frío, con lo que la mayoría de países de la UE no dispondrían de reservas para afrontar el invierno, debido a los recortes actuales de avituallamiento.
Además, China, el otro gran oponente de Estados Unidos, se ha mostrado muy molesta por la visita, no anunciada oficialmente, de la líder de la mayoría demócrata en la cámara de representantes de EE.UU., Nancy Pelosi, a Taiwán, que Pekín considera una parte inalienable de su territorio y que ya ha manifestado reiteradamente que cualquier declaración de independencia por su parte significaría un ‘casus belli’.
De hecho, muchos analistas empiezan a considerar que la posibilidad de una invasión china de la isla no es en absoluto descartable, y no se debe olvidar que existen tropas estadounidenses allí acantonadas y un compromiso de defensa mutua entre Taiwán y Estados Unidos, por lo que un ataque de Pekín podría suponer un conflicto de dimensiones imprevisibles.
Y, a nivel doméstico, los precios siguen por las nubes. La inflación está cerca del 11 por ciento, las hipotecas suben, la viruela del mono (que no es de los monos) ha provocado ya en España más de cuatro mil casos y dos muertos, y las perspectivas para septiembre son poco halagüeñas, por decirlo suavemente.
Así que aprovechemos el mes de agosto, cuando en España todo se para, y gocemos de la lasitud de las vacaciones. Pero, cuidado, toda la electricidad que gastemos con el aire acondicionado la tendremos que pagar en septiembre u octubre, y todos los cargos de las tarjetas de crédito también, por lo que procede actuar con contención, no sea cosa que quemando un exceso de recursos en la hoguera del verano quedemos achicharrados para una larga temporada.