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El efecto del calor del mar en la posidonia se notará en años

Las praderas en Fornells van en retroceso

Calor y anclas.
Calor y anclas.
Son los peores enemigos actuales de la posidonia.

Palma, 17 sep (EFE).- Los efectos sobre la Posidonia oceanica causados por el calentamiento del mar en Baleares este verano, con temperaturas de 29,3 grados, superiores a lo normal, tardarán años en apreciarse, salvo en praderas de esta planta marina protegida que ya estén dañadas por otras amenazas, explica la coordinadora de la Red de Monitorización de la Posidonia, Elena Burgos.

“Algo indirecto que sí que puede ser más inmediato es que encontremos ‘blooms’ de algas creciendo encima de la posidonia, que limiten la llegada de luz y que eso afecte en pocos años a la densidad de las praderas; o la expansión exagerada de especies invasoras, que sobre todo encontramos en manchas que ya están degradadas”, ha explicado Burgos a Efe, durante una jornada de monitorización con voluntarios en el Puerto de Sóller.

Elena Burgos explica que el calor de este verano, con temperaturas cercanas a 30 grados, afecta al desarrollo de las pequeñas plántulas que han nacido de semillas de posidonia y que puedan ver dificultado su crecimiento, “por lo que se va a tardar años en notar si van a decrecer las praderas por efecto de la temperatura”, un factor que afecta en menor medida a plantas adultas y su crecimiento vegetativo.

Burgos coordina la Red de Monitorización de la Posidonia de Baleares, un proyecto de ciencia ciudadana del Servicio de Protección de Especies del Govern, creado en 2002, que recurre a buceadores recreativos voluntarios y centros de buceo para vigilar el estado y la evolución de varias praderas de esta fanerógama marina.

El objetivo es “determinar el estado de conservación de las praderas de posidonia en Baleares, en el mayor número posible de localidades, que sean representativas de todas las condiciones que se pueden encontrar en el archipiélago”.

La importancia de vigilar el estado y la evolución de la posidonia radica en su relevancia biológica y ecológica como especie porque capta CO2, produce oxígeno, amortigua la acción del oleaje, retiene sedimentos, reduce la erosión y constituye el hábitat de numerosas especies. Entre otras cosas, es la responsable de que el mar de Baleares sea cristalino.

El proyecto consiste en hacer seguimiento periódico de estaciones fijas distribuidas en todas las islas, a las que se acude anualmente, mediante jornadas como la llevada a cabo en una pradera del Puerto de Sóller, midiendo la densidad y la cobertura.

Para determinar la densidad de haces, “se utilizan descriptores sencillos y ampliamente utilizados en los seguimientos en otros lugares de España, en Italia y en Francia”. Los voluntarios siguen un recorrido previamente determinado que se repite cada año (transecto) y que los técnicos marcan con una cinta métrica.

Utilizan unos marcos de tamaño concreto que sitúan sobre la posidonia, y van contando a mano haz por haz (cada agrupación de hojas) toda la posidonia que queda dentro de ese marco. Cada voluntario va anotando en una pizarra acuática los datos que recaba.

En cuanto a la cobertura, que es el porcentaje del fondo ocupado por posidonia, la calculan los técnicos del proyecto.

Cuando tanto los voluntarios como los técnicos encuentran flores o frutos de posidonia, también los cuentan y anotan; así como si detectan posidonia arrancada o muerta, o la posible presencia de nacras (la Pinna nobilis o la Pinna rudis, moluscos de gran tamaño) y de especies de algas invasoras.

Otro parámetro especialmente relevante es la medición continuada de la temperatura del agua, con sensores que se dejan colocados en las praderas y que se recogen al año siguiente.

Con toda la información disponible de casi 40 puntos a lo largo de 20 años, Burgos asegura que el estado de la posidonia en Baleares es “aceptable en la mayoría de sitios”. “Hay puntos concretos donde ha ido a peor en los últimos 20 años, que son los más importantes para la monitorización y para plantear actuaciones”, añade. Solo en 3 estaciones la tendencia es negativa: Illa del Sec, en Mallorca; Illot de’n Caragoler, en Ibiza, y Fornells, en Menorca.

“En algunos sitios está mal, pero se ha mantenido mal en todo lo que lleva el seguimiento y también son puntos prioritarios de actuación y donde estamos observando que la degradación está ocurriendo ahora”, algo que en 2021 sucedía en un tercio de las estaciones, donde el estado era “regular” o “malo”. El resto, dos tercios de las estaciones, se encuentran en estado “moderado, bueno y muy bueno”.

En 2021, la mayor densidad global de posidonia se encontró en las estaciones de Son Caliu (Mallorca) y Caló de s’Oli (Formentera), donde es superior a 600 haces/m². La inferior se detectó en Fornells (Menorca) y el Port de Sóller (Mallorca).

Los voluntarios encontraron algas invasores en 10 de las estaciones y no hallaron ningún ejemplar vivo de nacra, el molusco de mayor tamaño del Mediterráneo, que sufre un episodio masivo de mortalidad desde 2016.

Para mejorar la monitorización, el proyecto ha ampliado las estaciones donde se realiza seguimiento, que han pasado de 39 a 45 este año, y se explora la posibilidad de extenderlo aún más. Burgos destaca la importancia de que “se estudien puntos con distintas condiciones”.

La coordinadora de la red explica que es un proyecto de ciencia ciudadana “con el objetivo de sensibilizar, concienciar e implicar a la gente”.

Recurrir a voluntarios también permite “asegurar la continuidad del proyecto, porque siempre va a haber buceadores locales comprometidos con el seguimiento del medio ambiente con el que viven en contacto cada día”, recalca Burgos. “De esta forma, el proyecto es resiliente a la disponibilidad de presupuesto suficiente y se asegura que pueda seguir el seguimiento”, añade.

En 2021, cuando el proyecto se retomó tras el parón de la pandemia, 155 voluntarios participaron en las distintas jornadas de estudio del estado de las praderas.


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