La evidencia científica demuestra que las desigualdades sociales afectan a la salud de manera directa y tienen mayor peso en la mortalidad y morbilidad que otros factores de riesgo. ‘Las condiciones en las que vivimos afectan a cómo vivimos’, dice Pedro Gullón, epidemiólogo y uno de los coordinadores del curso ‘Desigualdades sociales en salud’, con el que hoy ha dado inicio la XXXIII edición de la Escuela de Salud Pública de Menorca.
‘Nuestra posición social determina qué podemos hacer ante la salud. No podemos creer que una persona en situación precaria, con varios trabajos y horarios cambiantes, tiene la misma facilidad para preparar una dieta saludable, o para realizar la suficiente actividad física, que otras personas en una situación más acomodada’.
Para hablar de desigualdad en salud, las diferencias entre grupos sociales han de ser sistémicas (no fruto de la casualidad), injustas y evitables. A lo largo del curso se analizarán los mecanismos existentes para evaluar estas desigualdades, estudiando la prevalencia de determinadas enfermedades en función del grupo social–por ejemplo, la de la diabetes es mayor entre personas con niveles de renta más bajos-, la raza o el género.
Según explica Pedro Gullón, ‘aunque las mujeres tienen una esperanza de vida mayor que los hombres, suelen vivir menos años con un buen estado de salud; otro colectivo vulnerable es el de las personas racializadas, que suelen tener unas condiciones de vida más precarias y, por tanto, un peor estado de salud que el resto de la población’.
Aunque España cuenta con un sistema sanitario universal y gratuito, que reduce las diferencias en el acceso a los recursos de salud, queda trabajo por hacer, según Gullón. ‘Hay prestaciones que son muy necesarias, como la salud bucodental o la mental, que no están cubiertas o están infracubiertas teniendo en cuenta la demanda existente. Esto hace que las personas con más recursos gocen de un mayor acceso al sistema sanitario, cuando no siempre son las que más necesidades en salud tienen’.
Es lo que se conoce como ley de cuidados inversos, es decir, destinar más cantidad de recursos sanitarios a quienes menos lo necesitan por sus condiciones económicas. Según el epidemiólogo, el sistema sanitario público necesita de políticas universalistas que tengan en cuenta las particularidades de los diferentes grupos sociales y las diferentes vertientes de la desigualdad. Así, explica Gullón, existen medidas políticas poco relacionadas con el sistema sanitario, como las políticas de vivienda, de empleo o urbanísticas, que tiene un enorme impacto en la salud de las personas, aumentando o reduciendo las diferencias sociales en función de cómo se planifiquen. En los últimos años ha habido un importante movimiento de profesionales de la salud pública y la atención primaria para reducir el impacto de las diferencias sociales desde el propio sistema sanitario.
Sin embargo, la mayoría de ellas se generan antes de llegar a la consulta del médico, por lo que la perspectiva comunitaria se afianza como una manera de que los profesionales sanitarios colaboren para paliar esta situación de desigualdad.
‘ATENCIÓN PRIMARIA O BARBARIE’
La XXXIII edición de la Escuela de Salud Pública de Menorca ha arrancado este lunes con la celebración de cinco cursos y un encuentro, y se prolongará hasta el próximo miércoles 28 de septiembre. Dentro de las actividades abiertas al público programadas este año, el Institut Menorquí d’Estudis acoge mañana, martes 20 de septiembre, a las 20 horas, la conferencia ‘Atención primaria o barbarie’, impartida por Rafael Cofiño, técnico de salud en la Dirección General de Salud Pública de Asturias y profesor asociado de la Escuela Andaluza de Salud Pública.