Hay personas que llevan un reloj de pulsera que les marca la hora. Otra cosa es el reloj biológico, un mecanismo interno que permite contar con una orientación temporal. No se trata, por supuesto, de una máquina que muestra las horas y los minutos, sino de un conjunto de funciones orgánicas vinculadas al ritmo de vida. Cuando llega el 30 de octubre (este domingo), se cambia la hora y de las 3 de la madrugada los relojes pasan a mostrarnos las 2. Dormiremos una hora más y notaremos que la hora de levantarnos y la hora de acostarnos tiene otra presencia lumínica.
Este salto o ajuste ya se venía haciendo desde que (según dicen) lo propusiera Benjamin Franklin. En nuestro país cada comunidad establecía su cambio horario hasta que en 1918 se estableció el horario de verano, tal y como lo habían hecho otros países europeos dos años antes. El siglo XX fue tan movido que no sería hasta la crisis del petróleo de octubre de 1973 cuando el horario de verano se reinstauró para ahorrar energía (no solo en España).
Volvamos a la figura de Franklin para entender los motivos de una medida que aún hoy tiene detractores y defensores. Fue una mañana del verano de 1784 en París, donde Benjamin Franklin estaba destinado como embajador de EEUU. Allí cayó en la cuenta de que el sol salía bastante más temprano que en invierno; y pensó que los parisinos debían madrugar más durante el estío y acostarse antes, para gastar menos aceite de las lámparas. Incluso llegó a calcular que la ciudad de París ahorraría así cada año el equivalente a unos 170 millones de euros de ahora. Así nació el interés por ahorrar y ser más sostenibles.
¿Esto nos afecta psicológicamente? A ciertas personas más que a otras, pero sí. Afecta al descanso, a la concentración, nos torna más irritables,… Son niños y mayores los que más lo padecen pero evitar que nos suponga días de inadaptación (hasta 5 en algunos casos) depende de factores como los siguientes:
Anticipación. La psicólogo Maite Ferrero explicaba esta semana en Radio Menorca que si somos conscientes de la llegada en el calendario de este día simplemente estaremos mentalmente más preparados. Incluso podemos avanzar o retrasar una pequeña porción de tiempo nuestros hábitos diarios para prepararnos para este salto temporal del reloj. Nuestro reloj biológico tendrá que acostumbrarse, pero ya lo hemos hecho otras veces. Se recomienda no dormir siesta los días posteriores al cambio, para ayudar a aclimatar nuestros horarios al nuevo régimen de horas que marca el reloj (el de pulsera).
Más consejos: sería interesante aparcar los excitantes (cafeína, alcohol,…), no hacer ejercicios físicos importantes antes de ir a dormir, no cenar en exceso y alejar las luces artificiales (televisión, pantallas de ordenador y móviles) de nuestra vista.
Por último, la recomendación es saber ver la parte positiva de este cambio; dormiremos un poco más este fin de semana.