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“El Tancredismo de la administración ante el auge de la violencia sanitaria”

Un artículo de Miguel Lázaro

Enfermera en un hospital (Imagen: Pixabay)
Enfermera en un hospital (Imagen: Pixabay)

Reconozcamos que nadie elige su genoma ni su ambioma familiar, social y cultural que son el anclaje de nuestras creencias, que podrán ser adaptativas o desadaptativas. Nacemos agresivos y nos volvemos violentos.

La violencia es un acto individual cuya intención es hacer daño psíquico o físico y que se articula en las interacciones sociales, personales y culturales. La responsabilidad siempre es personal. Es desolador pero el ámbito sanitario es un escenario de riesgo alto de agresión Estamos asistiendo a un fenómeno que se ha disparado en los últimos tiempos: la desbordante cifra sobre las continuas conductas violentas que se dan dentro de nuestro ámbito sanitario. Es importante reconceptualizar el término, no hay que seguir hablando de agresiones sanitarias hay que hablar de violencia sanitaria, tal como se hace de otros fenómenos violentos sociales que se dan en otros ámbitos.

El término violencia nos permite excluir a las conductas violentas que pudieran realizar personas con trastornos mentales graves y consumo de tóxicos cuyas facultades mentales están alteradas y pone énfasis en la intencionalidad. Aprovechando aquí para volver a des-estigmatizar a los pacientes mentales que suelen ser más autoagresivos que heteroagresivos. El reto de erradicarla debe de ser de todos aunque la máxima responsabilidad es de la administración y la tolerancia también debe de ser cero… La violencia sanitaria quiebra el ADN del quehacer médicos que es la relación médico-paciente.

Los medios y las redes sociales son claves para estigmatizar al agresor, para dar apoyo al profesional agredido y para exigir a la administración sanitaria, que hay que hacer otras intervenciones y poner más medios ante este nuevo cáncer social que es la violencia sanitaria. Este es el barómetro del compromiso de la administración contra la violencia sanitaria: los recursos que destina para combatirla. Basta de lamentos, quejorrea, retórica y bla bla bla. Es la administración quien debe proveer seguridad a sus trabajadores y a el 99% de los usuarios. No basta sólo la condena y el apoyo jurídico y psicológico. ¿Cuál es la partida presupuestaria del Ib salut para prevenir y restringir la violencia sanitaria que pueden sufrir 17.000 profesionales que trabajan en él? ¿Cuántas campañas de sensibilización se han hecho sobre la violencia sanitaria? ¿Cuántos cursos de formación sobre cómo actuar ante situaciones de riesgo se han realizado?

Demasiadas preguntas sin respuesta. Dar noticias sobre las continuas y reiteradas agresiones sanitarias salen en todos los periódicos, cuando son de tipo físico, pero no salen nunca las diferentes formas de maltrato psicológico que es el pan nuestro de cada día y que son invisibles porque ni se notifican ni se denuncian. Salen gratis. “Ya nos hemos acostumbrado “, dicen los profesionales, que a su vez se comportan de forma irresponsable al no denunciar las vejaciones, insultos, menosprecios y cualquier trato indigno que reciben de unos usuarios con alto grado de exigencia y poca tolerancia a la frustración que se saben todos sus derechos pero que son anoréxicos en cuanto a sus deberes..

Es necesario hacer mucho más, ser mucho más proactivos y sobre todo dedicar muchos más recursos a la prevención y a medidas de seguridad activa y penalizaciones disuasorias a los pacientes que agreden a profesionales que se dedican al principal bien colectivo, que es la Salud. Los profesionales deben de mentalizarse que no denunciar las vejaciones e insultos que constituyen el maltrato indigno es un grave error, pues esto distorsiona la dimensión real del problema Es un fenómeno iceberg. violencia sanitaria es debida a múltiples factores, pero hay que enfatizar que la administración debe de generar espacios de interacción cálidos y humanizadores en el que se reduzcan los malentendidos, encontronazos y desencuentros.

Es la administración la responsable de la gestión de elementos asistenciales distorsionadores que son la gasolina de la violencia sanitaria: sobrecarga asistencial, escasez de recursos, alta ratio de tarjetas sanitarias en Ap, carencia de sustitutos, aumento de listas de espera, priorización de la administración de la asimetría de derechos de los pacientes sobre sus deberes. Ya saben en derrota transitoria pero nunca en doma.


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