El pasado jueves, el Aula de la Cooperativa San Crispín invitó a Rosa Lleyda, una experta en el comercio del café a través de empresas de comercio justo. Hoy, la explotación laboral (y particularmente la infantil) sigue muy vigente a nivel de la producción de café en el tercer mundo.
En los últimos tiempos se habla del consumo responsable. Un concepto asociado al interés que ponemos sobre la procedencia del producto. En el café, apenas lo hacemos. No ponemos interés en conocer las circunstancias que envuelven su producción.
Según Lleyda, hay grandes empresas que monopolizan el mercado y que se sustentan en mano de obra barata para obtener mayores beneficios. Por contra, el concepto que persiguen pequeñas cooperativas es otro. Entienden que deben pagar un precio justo por el trabajo realizado y que eluda la explotación infantil o el trato discriminatorio a las mujeres.
El café es el segundo producto alimenticio con más salida en el mercado de todo el mundo. El comercio justo apuesta por una agricultura ecológica que garantice una producción sostenible y saludable para las personas y para el planeta. El cultivo de café sostenible es aquel que no agota los recursos naturales disponibles y contribuye a la conservación de los ecosistemas sin perjudicar la flora y la fauna.
Además se incide en el aspecto social de manera que hay una involucración de las empresas de comercio justo en aportar parte del beneficio de la venta de su café en las comunidades que cultivan de manera sostenible. Así se retroalimenta (se benefician) no solo las empresas si no también los trabajadores.
Estados Unidos es el mayor importador de café del mundo. Le siguen Alemania, Italia, Japón y Francia.
Lo que llama la atención en el caso de Alemania es que vuelve a exportar más del 55% de todo el café que importa en forma de producto procesado. Lleyda explica que la calidad del café de comercio justo es otra de sus señas de identidad. El torrefacto o algunas especies de café se han impuesto en el mercado cuando se alejan de los criterios de calidad del producto y, lo que es peor, han llegado a acostumbrar a la mayoría del público.
El marqueting también ha ayudado a este fin. Lleyda propone replantearse el consumo de café y otros productos de manera que se gane salud para quien lo bebe y salud para el planeta y los productores en origen.