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El nuevo paradigma de la vivienda nueva: menos metros de intimidad y zonas comunes donde convivir y ahorrar

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Servicios como el de la lavadora serían comunes. Foto: Pixabay

Una característica de la última promoción de viviendas construidas en Maó no ha pasado desapercibida para casi nadie. El carácter de disponer de unas serie de servicios comunes, como lavandería para el bloque de viviendas, allá donde viven perfiles dispares como gente mayor y gente joven, no es un asunto del azar.Tampoco es tan nuevo como ahora veremos, pero podría venir para quedarse. Y es que los arquitectos diseñan promociones en las que se tienen en consideración las “nuevas realidades sociales”.

El concepto de integrar personas o familias de diferentes tramos de edad fuerza a una colaboración entre vecinos que ayuda a la comunidad en el ahorro de costes.
Siempre se ha dicho que la gente joven tiene dificultades (a veces parece imposible) que se emancipen. La culpa la tiene el precio de la vivienda. De hecho en ciudades como Londres, Copenhague o Nueva York, donde el acceso a la vivienda propia es muy difícil para estos jóvenes altamente cualificados y de mentalidad emprendedora, el coliving proporciona un alquiler flexible en una comunidad donde conviven con personas afines y encuentran servicios a su medida. Es algo más que un piso compartido; es una comunidad compartida.

Lavandería, cocina, piscina, zonas de trabajo, áreas de ocio, gimnasio o spa son algunas de las facilidades comunitarias que ofrecen los coliving a sus inquilinos, entre los que abundan profesionales liberales y nómadas digitales. Además, estos suelen disponer de dormitorios individuales con baño privado, y disfrutan de eventos para socializar y relacionarse entre sí.
Aunque nosotros estamos hablando de un paso más allá. El cohousing es como el colinving pero no está planteado como un alquiler si no como un elemento de propiedad e incorpora diferentes generaciones que se ayudan mutuamente.

En los años 60 en Dinamarca apareció por primera vez una comunidad de individuos que convive en un conjunto residencial bajo la fórmula de cooperativa. Desde aquí se extendió a los países del norte de Europa para llegar en los años 80 a Estados Unidos, donde los arquitectos Kathryn Mc Camant y Charles Durrett le pusieron nombre. Junto con Canadá son los países donde más se ha desarrollado el cohousing como fórmula residencial.
El cohousing funciona como una cooperativa basada en un régimen de cesión de derecho de uso de la vivienda. La diferencia con una cooperativa de viviendas convencional es que aquí la propiedad de estos inmuebles es de la cooperativa y los socios solo tienen un uso indefinido de ellos. Por otro lado, el derecho de uso de la vivienda puede ser trasmitido o heredado.

Funciona bajo un régimen de autogestión, en el que cada socio tiene un voto y participa en las decisiones. Las viviendas cuentan con la infraestructura básica (dormitorios, baño, salón y cocina), mientras que en las áreas comunes se incluyen salas comunitarias para hacer comidas o reuniones, salas de juego y estudio para los niños, lavandería, sala de televisión, biblioteca, jardines, talleres, huertos urbanos…

Estos servicios comunes tienen la finalidad de facilitar la interacción y las relaciones entre los residentes, y están organizados según la forma de vida definida por ellos. Así, puede haber servicios para el cuidado de los niños, atención médica para los mayores, limpieza o actividades culturales, etc.

El cohousing tiene un precio más asequible que una vivienda convencional. Además, los gastos mensuales (lavadora, red wifi…) se reparten entre todos los miembros de esa comunidad. Las viviendas están diseñadas para reducir el consumo energético, utilizar fuentes renovables y reutilizar los residuos. Consiguen evitar su aislamiento y soledad. Además, puedes usar la casa toda la vida sin necesidad de pedir una hipoteca, lo que facilita el acceso a la vivienda a las personas que tienen menos recursos.


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